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viernes, 30 de junio de 2017

Matutina de Adultos : Junio 30, 2017

La ley y el Sábado de Dios, vindicados


«¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre?, pues solo tú eres santo».Apocalipsis 15: 4


MIENTRAS ESTAS PALABRAS de santa confianza se elevan hacia Dios, las nubes se retiran, y el cielo estrellado brilla con esplendor indescriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas entreabiertas. Entonces, aparece en el cielo una mano que sostiene dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: «iLos cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez!» (Sal. 50: 6). Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven los preceptos del Decálogo escritos como con letras de fuego. Las palabras son tan claras que todos pueden leerlas. La rnemoria se despierta, las tinieblas de la superstición y de la herejía desaparecen de todos los corazones, y las diez palabras de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la vista de todos los habitantes de la tierra.

Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios. El Señor les había dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver sus defectos mientras que había aún oportunidad para arrepentirse y reformarse; pero con el afán de asegurarse el favor del mundo, pusieron a un lado los preceptos de la ley y enseñaron a otros a transgredirlos. Se empeñaron en Obligar al pueblo de Dios a que profanara su sábado. Ahora los condena aquella misma ley que despreciaron. Ya echan de ver que no tienen alegatos. Eligieron a quien querían servir y adorar. «Y ustedes volverán a distinguir entre los buenos y los malos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven» (Mal. 3: 18, NVI).

Los enemigos de la ley de Dios, desde pastores hasta el más insignificante entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo que es la verdad y el deber. Reconocen demasiado tarde que el sábado es el sello del Dios vivo. Ven demasiado tarde la verdadera naturaleza de su falso día de reposo y el fundamento arenoso sobre el cual construyeron Se dan cuenta de que han estado luchando contra Dios.— El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 622-623,

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