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martes, 30 de mayo de 2017

Matutina de Damas : Mayo 30, 2017

Cuando aparté mis ojos de Jesús


Él dijo: “Ven”. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces grito: Señor, sálvame!”» (Mateo 14: 29-30).


Yo era una de las que llegaba primera cada semana para estudiar la Biblia, la que no se perdía ni un servicio religioso. Era un ratón de biblioteca y académicamente muy aplicada. Me gradué de secundaria con un promedio de sobresaliente. Era la capitana del equipo de baloncesto de la escuela y había recibido dos becas de baloncesto para la universidad. En mi decimoséptimo cumpleaños me sentí feliz. «iNo había más reglas!» Y como Pedro en la cita de hoy, aparté mis ojos de Jesús.

Dos semanas después de mi graduación de secundaria, toqué fondo. Estaba sumergida en una vida detrás de las rejas. Fui encarcelada por once cargos de robo a mano armada y cinco cargos de asalto. Había sido la chofer durante la fuga de unos «amigos» que obviamente no eran amigos. Así que en lugar de entrar a la universidad ese otoño, me enfrentaba a un máximo de 135 años de prisión.

Ahora no tenía más remedio que seguir un nuevo conjunto de reglas. Mi situación parecía no tener remedio, me iba a morir en la cárcel por una decisión equivocada que había tomado a una temprana edad. Como Pedro, yo había apartado mi vista de Jesús y estaba hundiéndome.

¿Alguna vez has visto personajes de dibujos animados correr sobre acantilados sin caerse? Mientras mantienen el movimiento de las piernas, avanzan igual de bien en el aire como si estuvieran en el piso. Pero cuando miran hacia abajo y reconocen las circunstancias, entran en pánico y empiezan a descender por el aire.

«Porque por fe andamos», escribió el apóstol Pablo, «no por vista» (2 Corintios 5: 7). Eso significa mantener los ojos en Jesús en todo momento, incluso en una situación desesperada. Durante mis dieciocho meses en una celda a la espera de mi condena, pasé cada día realineando mis ojos hacia Jesús. Rogué a Dios misericordia. Oré pidiendo su favor. Grité como lo hizo Pedro: «¡Señor, sálvame!»• El «día del juicio final», fui condenada a cuatro años en lugar de 135. ¡Doy gracias a Dios porque no se dio por vencido conmigo!

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