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miércoles, 8 de marzo de 2017

Matutina de Menores : Marzo 8, 2017

OJO CON EL LADRÓN


“El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).


Un día, alguien llamó a la puerta de la casa de mi tía y, al abrir, dos hombres se identificaron como trabajadores de la compañía telefónica. Dijeron que habían recibido informes de un daño en el cable telefónico y que estaban verificando para identificar la avería. Tan pronto como los hombres entraron en la casa, sacaron un arma, encerraron en el baño a todos los que se encontraban dentro, los amarraron, y luego fueron cuarto por cuarto llevándose todas las cosas de valor que encontraban.
Precisamente ese día había decidido ir a visitar a mi tía. Así que, en compañía de mi esposo, Jonathan, nos pusimos en camino. Cuando íbamos llegando, dos hombres estaban saliendo de la casa de mi tía. Nos saludaron amablemente, les devolvimos el saludo y siguieron su camino. Nosotros creímos que serían amigos de la familia. Pero no: ¡Eran los ladrones! Afortunadamente no lo sabíamos. Timbramos varias veces y nadie nos abría la puerta, lo cual nos pareció bastante raro.
Ya nos íbamos, cuando observamos que alguien asomaba la cabeza: era mi prima. Nos abrió, y nos dijo con cara de susto:
-¡Nos robaron! ¿Vieron a los ladrones? -¿Eran dos? -pregunté.
-Sí, eran dos. -Increíble -comenté-, acabamos de saludarlos.
Qué ironía, ¿no te parece? Pues sí, es irónico; al igual que nuestra relación con el pecado. El pecado es también un ladrón que, con engaños, viene a robarte la paz, la salud, los amigos, tu relación con Jesús, tu inteligencia, tu utilidad para la sociedad; y si lo dejas, te robaría hasta tu vida.
Lo irónico del caso es que nosotros lo saludamos, nos ponemos a conversar con él y le prestamos atención. Entonces caemos en pecado.
¿Sabes qué? La próxima vez que el pecado quiera saludarte y conversar contigo, para atraparte, no le prestes atención. Recuerda que es un ladrón, que lo único que desea es robarte tu amistad con Jesús, tu estima y dignidad, y todas las cosas de valor que puedes hacer como cristiano en este mundo. Al enemigo, ¡Ni agua!

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