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jueves, 23 de febrero de 2017

Matutinas de Menores : Febrero 23, 2017

JESÚS NUNCA TE AVERGÜENZA


“No dejes que me hunda en la vergüenza, pues en ti busco protección!” (Sal. 25:20).



Cuando Andreíta era pequeña, mi esposo tenía un auto que era un desastre: se dañaba todas las semanas. Aquel trasto pasaba más tiempo en el taller que con nosotros. Por eso, decidimos deshacernos de él. Pero, para eso, necesitábamos comprar otro.
Precisamente en aquellos días, un amigo nos llamó desde otra ciudad para decirnos que estaba vendiendo su auto. Imagínate lo contento que se puso mi esposo. “¡Yo te lo compro!”, le dijo.
Y así fue como acordaron encontrarse en un lugar a medio camino entre las dos localidades. Mi esposo le entregaría el dinero y se llevaría el vehículo para la casa. El punto de encuentro estaba a seis horas de distancia de nosotros, pero no importaba.
El día señalado, mi esposo tomó un autobús y se dirigió al lugar acordado. Cuando llegó, recibió una mala noticia: el amigo que le iba a vender el auto le dejó un recado por medio de otra persona: “Jonathan”, decía el recado, “ya no te voy a vender el auto, he cambiado de opinión”. ¿Te lo imaginas? ¿Hacer tan largo viaje, para recibir esa mala noticia? ¡Qué horror! A mi esposo le tocó regresar a casa muy triste. Me llamó y me lo contó todo. ¡Yo no lo podía creer!
Varias semanas después, mi esposo se enteró de que un compañero de trabajo suyo estaba vendiendo su auto, así que, se lo compramos. Como ves, esta vez no tuvimos que ir muy lejos… Lo único que tuvimos que hacer fue esperar en Dios. ¿Sabes?, esto me recuerda a Adán y a Eva. Después de que desobedecieron, se sintieron desnudos, e inmediatamente buscaron ellos mismos una solución: cosieron ropas con hojas de higuera y se hicieron delantales.
¿Delantales? ¿Qué clase de ropa era esa? ¡Y de un material que se podía romper! ¡Qué vergüenza! Dios, que estaba observándolos, les confeccionó túnicas de pieles y los vistió.
Porque Dios no quiere que nada nos avergüence.
Como ves, muchas veces la solución es simplemente esperar en Dios; tener fe en que él solucionará nuestro problema y confiar en él. Él siempre nos va a dar buenas soluciones, que no nos avergüencen.

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