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viernes, 17 de febrero de 2017

Matutina de Adultos : Febrero 17, 2017

El Buen Pastor


«Yo soy el buen pastor». Juan 10: 11



JESÜS CONOCE CADA ALMA como si fuera la única por la cual hubiese muerto. Nuestras penas conmueven su tierno corazón. Nuestros clamores de auxilio estremecen su oído. Él vino para atraer a todos los seres humanos a sí. Nos invita: «Seguidme», y su Espíritu obra en nuestros corazones para inducirnos a venir a él. Muchos rechazan el llamado. Jesús sabe quiénes son. Sabe también quiénes oyen alegremente su llamado y están listos para colocarse bajo su cuidado pastoral. Él dice: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10: 27). Cuida a cada una como si no hubiera otra sobre la faz de la tierra. […]

No es el temor al castigo, o la esperanza de la recompensa eterna, lo que induce a los discípulos de Cristo a seguirlo. Contemplan el amor incondicional del Salvador, revelado en su vida terrenal, desde el pesebre de Belén hasta la cruz del Calvario, y al ver al Salvador sienten la atracción y sus espíritus se conmueven. El amor se despierta en el corazón de los que contemplan a Cristo. Ellos oyen su voz, y lo siguen.

Como el pastor va delante de sus ovejas y es el primero que hace frente a los peligros del camino, así hace Jesús con su pueblo. «Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas» (Juan 10: 4). El camino al cielo está consagrado por las huellas del Salvador. La senda puede ser empinada y escabrosa, pero Jesús ha recorrido ese camino; sus pies han pisado las agudas espinas, para hacernos el camino más fácil. Él mismo ha soportado todas las cargas que nosotros hemos de soportar.

Aunque ascendió a la presencia de Dios y comparte el trono del universo, Jesús no ha perdido su naturaleza compasiva. Hoy el mismo tierno y amante corazón está abierto a todas las angustias de la humanidad. Hoy las manos que fueron horadadas se extienden para bendecir abundantemente a su pueblo que está en el mundo. «No perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano» (Juan 10: 28). El alma que se ha entregado a Cristo es más valiosa a sus ojos que el mundo entero. El Salvador habría pasado por la agonía del Calvario para que uno solo pudiera salvarse en su reino. Nunca abandona a un alma por la cual murió. A menos que sus seguidores escojan abandonarlo, él los sostendrá siempre.— El Deseado de todas las gentes, cap. 52, pp. 454-455.

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