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martes, 27 de diciembre de 2016

Matutina de Adultos: Diciembre 27, 2016

EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO


«Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Juan 12: 32



EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO es el compromiso que adquiere un médico de practicar la medicina para la conservación de la vida del paciente y para protegerlo, «y no causar daño alguno». Y, ¿cuál es el símbolo visual de estos profesionales del arte de curar? Una serpiente enroscada en un palo.

Pero, gracias a la conversación clandestina de Jesús con Nicodemo a medianoche, sabemos que la historia de la serpiente de bronce es mucho más que un precedente de la medicina. Mediante el santuario portátil del pueblo, Dios enseñó gráficamente a los elegidos en cada acampada en el desierto que, a través del cordero sacrificial sustitutivo, sus pecados —de hecho, los pecados de toda la raza humana— son expiados y perdonados de buen grado por un Dios misericordioso y perdonador. Pero con la serpiente de bronce Dios añade otra metáfora esencial a su don de la expiación: la sanación. Porque no solo hay que perdonar los pecados de los elegidos: también deben ser sanados de sus pecados para entrar en la tierra prometida.

¿Cómo? Bueno, ¿cómo salvan hoy a uno de una mordedura de una serpiente de cascabel? Se inyecta el veneno de la cascabel en un caballo o una vaca para hacer que el animal cree un anticuerpo a la toxina de la serpiente. Después, ese anticuerpo es extraído de la sangre, congelado y almacenado para cuando uno sea mordido y llevado a toda prisa a Emergencias. Uno se salva porque inyectaron a otro el mismo veneno. Con las inconfundibles palabras dichas a Nicodemo, Jesús vinculó la serpiente de bronce de Moisés con su propio izamiento en el Calvario, donde se convertiría en pecado aquel «que no conoció pecado» (2 Cor. 5: 21) para la curación de esta raza de pecadores. «Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros» (Isa. 53: 6). Fue inyectado con nuestros pecados para que «por sus llagas» seamos curados (vers. 5). ¡No es de extrañar que debamos apresurarnos en llegar a su cruz mañana tras mañana!

Me preocupa que con un mensaje tan peculiar y un estilo de vida tan contracultural, los elegidos puedan llegar a engañarse creyendo que, de algún modo, nuestra salvación se basa en nuestras enseñanzas singulares o en la obediencia radical. Pero la Serpiente divina elevada en el asta declara algo distinto. «Si tan solo hacemos nuestra y nos postramos ante la cruz del Calvario, recibiremos las bendiciones de Dios. Dios nos ama. No quiere atraernos para causarnos daño: ¡Oh, no! Desea consolarnos, derramar sobre nosotros el aceite del gozo, sanar las heridas que nos ha infligido el pecado, reparar lo que Satanás ha dañado. […] ¿No caeremos de rodillas al pie de la cruz? Jesús pondrá sus brazos a nuestro alrededor y nos consolará. ¿Lo haremos sin más dilación?» (Review and Herald, 4 de marzo de 1890).

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