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jueves, 6 de octubre de 2016

Matutina de Menores: Octubre 6, 2016

EL GRAN YO


De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 18:3.



Cuando Jesús y sus discípulos entraron en Capernaum, los discípulos no estaban apretujados cerca de él, como normalmente lo hacían; en lugar de ello. Se quedaron atrás, hablando entre ellos. No querían
que Jesús escuchara su conversación porque estaban discutiendo sobre quién iba a ser el más grande en el nuevo reino. Jesús sabía muy bien lo que estaba pasando a sus espaldas, pero quería que ellos se lo dijeran.

“¿Sobre qué estaban discutiendo en el camino? pregunto.

En la presencia de Jesús, toda la discusión se veía un poco diferente.” Vergonzosamente, mantuvieron sus cabezas gachas, y todos estaban en silencio. “Jesús les había dicho que iba a morir por ellos, y la ambición egoísta de ellos ofrecía un doloroso contraste con el amor altruista que él manifestaba” (El Deseado de todos las gentes, p. 401).

Pero sus disputas sobre quién iba a ser el número uno no eran solo porque entendieran mal la naturaleza del Reino de Dios; era algo mucho más profundo que eso: todo era por el orgullo.

El deseo por el lugar más alto era resultado del mismo espíritu que inició todo el problema del pecado en el principio. Lucifer quería ser el número uno. Quería el poder de Dios, pero no su carácter; ser el primero era lo único en que podía pensar. Y el reino de Satanás es un reino de violencia. Cuando las personas son motivadas por la norma de Satanás, verán en los demás un gran obstáculo para su avance; o incluso, usarán a otros como trampolín para saltar y avanzar. Se ponen celosos y se enojan con cualquiera que se interponga en sus caminos y evite que sigan promoviendo su gran yo.

Jesús dejó la gloria y la majestad del cielo para convertirse en un pequeño bebé y crecer como. Cualquier otro, para mostrar cómo es en verdad el Reino de Dios. Su Reino está basado sobre la humildad.

Los discípulos necesitaban un cambio de corazón, así que, Jesús llamó a un niño y lo puso en medio del grupo. Luego, colocando tiernamente sus brazos alrededor del pequeño, dijo a los discípulos que tenían que ser como ese niño, en el olvido de sí mismos y en la confianza amorosa, si querían entrar alguna vez en el Reino de Dios.

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