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miércoles, 5 de octubre de 2016

Matutina de Menores: Octubre 5, 2016

DEUDAS Y EL BANCO DE UN PEZ


Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques tómalo, y al abrirle la boca, hallarás una moneda; tómala, y dásela por mí y por ti. Mateo 17:27.



Cuando Jesús regresó a Capernaum, instaló una “oficina central” temporaria en la casa de Pedro.

Poco después de que llegaron, alguien golpeó a la puerta, y allí estaba, de pie, el recolector de impuestos del Templo.

“¿Tu maestro paya el tributo?”, le preguntó el recolector a Pedro.

“Sí, por supuesto”, fue la rápida respuesta. Pedro no quería que nadie se llevara la falsa impresión de que Jesús era desleal al servicio del Templo.

Pero Pedro no entendió la trampa engañosa que las autoridades le habían tendido. Los sacerdotes y los levitas que trabajaban en el Templo estaban exentos de impuestos; así también lo estaban los verdaderos profetas. Si Jesús pagaba el impuesto, estaría justificando la afirmación de ellos de que no era un profeta; si no pagaba, podían decir que era desleal.

Cuando Pedro regresó a la casa, Jesús no dijo nada sobre el recolector de impuestos, pero hizo una pregunta a Pedro. “¿Qué piensas, Simón? ¿De quiénes recolectan los reyes de la tierra los impuestos o los tributos? ¿De sus propios hijos o de los extranjeros?” “De los extranjeros”, replicó Pedro. “Entonces, los hijos están libres de pagar impuesto”, concluyó Jesús.

Por supuesto. La gente de un país paga impuestos, pero los hijos mismos del rey están exentos. “Así también Israel, el profeso pueblo de Dios, debía sostener su culto; pero Jesús, el Hijo de Dios, no se hallaba bajo esta obligación” (El Deseado de todas las gentes, p. 400).

Jesús pagó el tributo para frenar los cargos y evitar sembrar cizaña basados sobre deslealtad, pero quería dejarles saber a estos maquinadores que él había venido de Dios, y no era una persona común, como ello aseguraban.

Así que envió a Pedro a pescar. Esta vez, no fue con una red sino con un anzuelo, y el primer pez que atrapó tenía la cantidad de dinero justa en su boca.

Como Pedro no tenía “pelos en la lengua”, podemos estar seguros de una cosa: cuando le entregó el dinero, dejó saber a las autoridades exactamente de dónde había obtenido el dinero.

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