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jueves, 1 de septiembre de 2016

Matutina de Menores: Septiembre 1 , 2016

LOS JUECES SON JUZGADOS


No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés… Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras? Juan 5:45,47.



El ex paralítico se detuvo para enrollar su pequeña alfombra y la manta, que habían sido su cama por tanto tiempo. Cuando se puso derecho, el hombre que lo había sanado se había perdido entre la
multitud. No tenía ni idea de quién era su sanador.

Mientras corría por su camino llevando su lecho, no podía parar de gritar de alegría. Mientras saltaba y reía, y gritaba sus alabanzas a Dios, justo se topó con un grupo de fariseos.

“¡Acabo de ser sanado!”, gritó el hombre con entusiasmo.

Pero los fariseos no estaban para nada felices. Interrumpieron su celebración mirándolo con el ceño fruncido. “¿Qué estás haciendo llevando tu lecho el sábado?” “El me dijo que tomara mi cama y caminara”, respondió. “¿Quién te lo dijo?”, interrogaron a coro.

El hombre, simplemente, no sabía, pero los fariseos sí lo sabían. Y odiaban a Jesús por hacer añicos sus inútiles reglas humanas.

Más tarde, Jesús encontró al hombre sanado adorando en el Templo. Le dio una advertencia: “No peques más o algo peor te ocurrirá”.

Sin saber del odio que los gobernantes tenían hacia Cristo, el ex paralítico dijo a los fariseos que Jesús lo había curado. Inmediatamente convocaron a Jesús, para que respondiera por los cargos de quebrantar el sábado. Lo hubieran matado en ese lugar, a no ser porque las leyes del Gobierno romano no los autorizaban a ejecutar la sentencia de muerte.

Al sanar al hombre, Jesús abrió el camino para discutir sobre la verdadera forma de guardar el sábado. Quería que todos vieran que Dios no detiene el sol de brillar durante el sábado, hace que las flores se abran y que el grano crezca. S¡ alguna vez Dios detuviera sus bendiciones, todos moriríamos,

“Jesús aseveró tener derechos iguales a los de Dios mientras hacía una obra igualmente sagrada” (El Deseado de todas las gentes, p. 177).

Esto puso furiosa a la diligencia religiosa. Cuando Jesús se puso a sí mismo al nivel de Dios, su enojo estalló con una terrible intensidad. Pero antes de que Jesús hubiera terminado ese día con los gobernantes, los acusadores se convirtieron en acusados. Habían acusado a Jesús de quebrantar el sábado, pero ellos eran culpables de algo mucho peor que quebrantar el sábado: ¡ideaban matarlo!

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