Buscar...

domingo, 4 de septiembre de 2016

Matutina de la Mujer: Septiembre 4, 2016

HONRA A QUIEN HONRA MERECE


“Este pueblo me sirve de palabra y me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí” (Isa. 29:13).



BABE RUTH (1895-1948), considerado el mejor bateador de béisbol de todos los tiempos, autografió únicamente siete bates a lo largo de su carrera. Seis de ellos siempre estuvieron en

paradero conocido, pero uno desapareció durante décadas. Había sido entregado a un joven como premio por ganar un sencillo concurso, y su propietario lo conservó hasta su lecho de muerte.
Entonces se lo regaló a su fiel enfermera, para quien el bate tuvo un gran valor sentimental; por eso lo guardó durante dieciocho años, hasta que se preguntó si tendría algún valor económico. Lo demás es historia. El bate se vendió por un millón trescientos mil dólares en una subasta en 2006. La mujer se quedó con una pequeña cantidad de dinero, y el resto lo destinó a una fundación infantil, pues Babe Ruth siempre había intentado ayudar a niños con circunstancias difíciles. Un periodista preguntó a la mujer por qué había donado tanto dinero, ella respondió: “Lo que hacía valioso el bate era la firma de Ruth, por eso yo debía hacer algo que lo honrara a él”.*

Lo que yo hago con mi vida, ¿a quién honra? Durante las veinticuatro horas que tengo por delante, ¿a quién honraré con lo que haga y lo que diga, y con lo que deje de hacer y decir? Este relato me da la respuesta: debo honrar a ese ser cuyo autógrafo está escrito en mi corazón y en mi cuerpo. Dios me creó a su imagen y me redimió con su sangre; por eso soy valiosa, por eso le honraré con mis palabras, usando un lenguaje que lo reconozca como ser único, y con mis actos, que deben seguir el camino trazado por él. En esta cultura nuestra que no da a Dios la honra que merece, este es todo un reto.

Y puesto que toda criatura procede de las manos del Creador y lleva, por tanto, su autógrafo en su vida, todos son dignos de que yo los honre. No porque sean buenos, ni prestigiosos, ni mejores que nadie, sino simplemente porque la marca del Creador los hace valiosos. Por eso, honra a quien honra merece: a Dios primero, y a toda persona después. Todos llevamos su firma en nosotros.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario