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viernes, 26 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 26, 2016

UN GRAN ANUNCIO CON UN GRAN LÁTIGO


Y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Juan 2:16.



Cómo reaccionaríamos si el servicio de la iglesia sonara como una combinación entre un mercado de hacienda y un gran almacén? Los “efectos de sonido” no serían apreciados; bueno… no por ninguno
que tuviera algo de amor por la casa de Dios.

Jesús se topó con algo mucho peor que un ordinario alboroto ruidoso. Él y sus seguidores habían viajado hacia el sur, desde Galilea hasta Jerusalén, para la Pascua.

Cuando Jesús se paró en las escalinatas del Templo, contempló una escena terrible.

La casa de Dios se había convertido en un mercado ruidoso. Las palabras reverentes de las oraciones susurradas eran ahogadas por la ruidosa confusión del balar de las ovejas, el mugido del ganado, el arrullo de las palomas, las multitudes que deambulaban y las voces enojadas que regateaban los precios.

A pesar de la consideración externa por el Templo, los mismos sacerdotes y gobernantes que habían mantenido un espectáculo santo de las cosas espirituales eran culpables de alentar la estafa religiosa más grande alguna vez imaginada. Además de sus ofrendas voluntarias, se requería de todos los judíos pagaran una suma anual para mantener el Templo. El engaño era que no podían solo pagarlo con su propio dinero; tenía que ser intercambiado por el “dinero del Templo”; y eso tenía su costo. El precio para el intercambio también podía subir más y más. Los sacerdotes alentaban este tipo de fraude porque ellos cobraban un soborno.

Los líderes también proveían del ganado destinado a la venta en el Templo, para los sacrificios requeridos. Matar animales para su propio beneficio los había convertido en crueles e insensibles; se habían olvidado del significado mismo del sacrificio. Poco percibían que el mismo por quien todo eso estaba en pie los estaba observando con indignación.

De pronto, todos los ojos estuvieron sobre Jesús, quien los miró con dureza. El silencio se volvió doloroso. Algunos de aquellos que habían estado estafando ni siquiera osaban levantar la vista. ¡Había fuego en los ojos de Jesús! Sus discípulos nunca antes lo habían visto de esta manera. Jesús nunca golpeó a nadie, ni siquiera a un animal, pero el pequeño látigo que se había fabricado con algunas sogas inspiraba respeto. Cuando bajó esos escalones, los cambistas y los dirigentes se movieron rápido. Ante su orden, huyeron. Jesús volcó sus mesas, y el dinero sonó en el piso mientras los echaba de la casa de su Padre.

Algunas de las personas se habían estado preguntando cuándo anunciaría Jesús su misión como Mesías. ¡Este era el anuncio!

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