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lunes, 22 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 22, 2016

PROPIEDAD ROBADA A LA VENTA


Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Lucas 4:8.



Cuando Satanás vio que Jesús no saltaría del pináculo del Templo, lo arrebató hacia una de las montañas más altas.

Cual maestro de la magia, sacó “de la galera” algunas imágenes fascinantes para la tercera y última tentación. Una vista panorámica de gran amplitud, como una película en una súper pantalla gigante en vivos colores, pasó delante de los ojos de Jesús. Todos los reinos de este mundo parecían destellar bajo la luz del sol.

Luego, con una astucia siniestra, se acercó a Cristo sin ningún disfraz. No, no tenía un tridente ni una barba puntiaguda, pero allí estaba tal y como es: un poderoso ángel caído. No había simulación ahora. Como líder de la gran rebelión contra Dios, reclamó este mundo entero como de su propiedad. Y tenía una propuesta para hacer. Señalando la hermosa vista, hizo su oferta.

“Todo este poder y esta gloria te daré”, dijo a Jesús. “Es gratis para ti. Viniste a salvar al mundo. ¡Allí está! Puedes tenerlo sin una lucha. Con una condición: ¡póstrate y adórame!”

De las tres tentaciones, esta era la más atractiva para Jesús. Había resistido a la tentación del apetito rehusándose a convertir las piedras en pan; no había respondido al desafío de saltar, que apelaba demasiado al orgullo. Pero esta, con su oferta de salvar a los seres humanos sin tener que sufrir la cruz, tiraba realmente fuerte.

Muchos creen que era imposible que Jesús fuera derrotado por la tentación. V este hubiese sido el caso, nunca podría ayudarnos con nuestras tentaciones, ni ser nuestro Salvador.

Resistió “con la posibilidad de ceder a la tentación. No tenemos que soportar nada que él no haya soportado” (El Deseado de todas las gentes, p. 92).

Satanás ofreció el mundo entero a Jesús. Pero era una propiedad robada. En realidad, no le perteneció a él en primer lugar, y le sería quitada al final.

Jesús no se postró ni adoró a este rebelde. Le ordenó que se fuera. Humillado, vencido y terriblemente enojado, Satanás tuvo que obedecer.

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