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miércoles, 17 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 17, 2016

PREDICANDO EL ARREPENTIMIENTO


Vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento. Lucas 3:2,3.



Allí afuera, en el sombrío desierto, en medio de la arena, las rocas y el viento huracanado, Juan aprendió de Dios y adoró a aquel que creó todas las cosas.


El sombrío páramo le recordaba vívidamente la condición del pueblo de Israel. Se suponía que eran como un viñedo productivo, que mostraba a todos la hermosura del carácter de Dios; pero, en lugar de ello, eran egoístas, tan secos e infértiles como el desierto.

Pero el hermoso cielo azul que estaba sobre todo este desierto árido daba valor a Juan. Las negras nubes de tormenta que a veces se juntaban también exhibían, luego, el brillante arcoíris de la promesa. Sobre toda la oscuridad del egoísmo de Israel, la promesa de Dios de un Mesías venidero era tan real y tan hermosa como un arcoíris después de la lluvia.

Entonces, un día Dios dijo a su amigo Juan que había llegado el tiempo: ¡hora de comenzar a predicar! No alquiló un local ni levantó una carpa evangelizadora; solo comenzó justo donde estaba. Quizás, solo unos pocos viajeros que iban al Jordán lo escucharon al principio, pero después de que lo oyeron, nunca más serían los mismos. Lo contaron a otros, y comenzaron a acudir las multitudes.

Su predicación era todo, menos aburrida. Sus ardientes palabras eras punzantes, simples y convincentes. Juan no tenía ninguna historia sofisticada para contarles, o palabras suaves para hacerlos sentir bien consigo mismos. En lugar de ello, predicaba sobre sus pecados; los hacía sentir incómodos. Como Elias, su mensaje tenía la intención de molestar al pueblo: sacudirlos de sus malos caminos.

Como eran descendientes de Abraham, pensaban que su lugar en el Reino de Dios estaba asegurado; pero Juan les advertía que solo se estaban engañando a sí mismos. Si continuaban haciendo las cosas malas que Satanás les sugería, a la vez que pretendían ser hijos de Dios, sus pretensiones no significaban nada.

la predicación de Juan realmente hacía que el pueblo pensara. Cuando el Espíritu de Dios les susurraba, confesaban sus pecados y hacían fila a lo largo del Jordán para bautizarse. Juan se mantenía ocupado predicando y bautizando.

Juan les dijo claramente que él era el profeta que Isaías predijo que vendría; el profeta que clamaría en el desierto y le rogaría al pueblo que se arrepintieran de sus pecados.

El arrepentimiento era el único camino que tenían para prepararse para la venida de Jesús.

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