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lunes, 15 de agosto de 2016

Matutina de la Mujer: Agosto 15, 2016

¿Cómo quieres ser recordada?


«No dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces brillar tu luz como el amanecer» (Isa. 58: 8).



ES SORPRENDENTE LA HISTORIA del Titanic.* En documentales, películas, libros y revistas la hemos leído y releído hasta tal punto que nos parece conocer al dedillo cada detalle. Pero hay uno del que apenas se habla.

Son las 12:10 de la madrugada del 15 de abril de 1912. Jack Phillips, primer oficial de radio del Titanic, recibe la orden de enviar llamadas de socorro; acaban de colisionar contra un iceberg. Varios barcos reciben el SOS, entre ellos el Carpathia, que se encuentra a 107 kilómetros de distancia. Su capitán, Arthur Rostron, cambia inmediatamente de rumbo, fuerza las máquinas hasta los 17 nudos, y se dirige a la posición del Titanic. Cuatro horas después llega al lugar para rescatar a los 709 supervivientes. Su gesto pasó a la historia.

Pero el Carpathia no era el barco más cercano. El Californian estaba a 15 kilómetros del lugar del hundimiento. Sin embargo, su capitán, Stanley Lord, había desestimado las señales de auxilio y desconectado el telégrafo debido a su mala relación con el telegrafista del Titanic. Decidió no tomar parte en el rescate. Este acto acabó con su reputación y quedó olvidado en la memoria colectiva.

El Titanic sepultó para siempre en las frías aguas del Atlántico a 1,514 personas de las 2,223 que llevaba a bordo. Muchos más podrían haberse salvado de morir congelados si alguien hubiera aprendido a hacer el bien sin mirar a quién.

El problema de andar mirando a quién hacemos el bien es que desperdiciamos valiosísimas ocasiones de pasar a la historia como benefactores de la humanidad. Y no es la primera parte, «pasar a la historia», la más importante del asunto; más grande aún es hacer el bien.

Para dejar una huella de bien en nuestro mundo no es necesario que nuestra obra sea a gran escala, basta con pequeños actos de bondad en nuestra limitada esfera de influencia. Porque en esto de hacer el bien, no hay acciones pequeñas, todas son de gran significado para el que sufre, para nuestra fortaleza espiritual, y para Dios.

Cada día nos presenta numerosas ocasiones de hacer el bien, pero no siempre quien necesita nuestra ayuda es una persona de nuestro agrado. ¿Deberá eso afectar a nuestras decisiones?

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