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martes, 9 de agosto de 2016

Matutina de la Mujer: Agosto 9, 2016

¿QUIÉN ES REALMENTE MI PRÓJIMO?


“¿Quién eres tú para criticar al servidor de otro? Si queda bien o queda mal, es asunto de su propio amo” (Rom. 14:4).



CONTABA EL TEÓLOGO protestante alemán Helmut Thielicke (1908- 1986) algo muy revelador de la naturaleza humana que le sucedió en una ocasión. El estaba compartiendo una velada con
amigos cuando un joven que andaba metido en muchos líos, y que incluso había pasado una temporada en la cárcel, se sentó al piano y comenzó a tocar la Pasión según san Mateo de Bach, una de las piezas de música sacra más grandes de la historia. Visiblemente emocionado, la tocaba como si se tratara de una oración. Thielicke se sentía totalmente conmovido cuando la hermana del pianista se le acercó y le susurró al oído: “¡Qué hipócrita es mi hermano!”* ¿Por qué juzgamos? ¿Acaso sabemos en realidad cuál es la naturaleza de otra persona? ¿Conocemos sus sentimientos más ínti- ………………….ni mos y las circunstancias que la han llevado a actuar como actúa? Por ejemplo, en el caso de aquel joven, ¿era la hipocresía la única explicación para lo que estaba haciendo? ¿Qué lo definía realmente, aquella muestra de sensibilidad artística o sus actos delictivos? Solo Dios lo sabe.

En la Biblia encontramos la pregunta “¿Quién es mi prójimo?” (Luc. 10:25-29). Aunque en su contexto apuntaba a conocer quién, de entre todas las personas que vemos cada día, es nuestro prójimo, hoy yo me la formulo (y te la formulo) con otra intención. “¿Quién es realmente mi prójimo?”, es decir, qué define a esa persona que trabaja a mi lado; qué ha vivido esta hermana de iglesia para haber acabado en la situación en la que se encuentra; qué le preocupa a esa vecina mía que de todo se queja y por cualquier cosa genera un gran conflicto; cómo piensa mi hijo para expresarse de esa manera que me cuesta tanto entender. Estoy hablando de tener un acercamiento sensible a las personas que nos rodean; “sensible” quiere decir sin conclusiones apresuradas, sin menosprecios, porque en realidad no sabemos bien quiénes son.

“Solo llegamos a comprender aquello que amamos”, afirmó Goethe. Y tiene mucho sentido. Dios me ama infinitamente, y por eso me comprende infinitamente. Darme cuenta de esto debe marcar mi propia manera de ver a los demás: si los amo infinitamente, los comprenderé de tal modo que no haré juicios de valor.

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