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martes, 30 de agosto de 2016

Matutina de la Mujer: Agosto 30, 2016

¿CÓMO SE HACE EL DESTINO?


“Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ecle. 12:13).



EL GENERAL JAPONÉS Nobunaga había decidido atacar al ejército enemigo, a pesar de que el adversario contaba con diez soldados por cada uno de los suyos. El estaba seguro de que ganarían la
batalla, pero sus hombres no. Nobunaga dijo: “Lanzaré una moneda al aire. Si sale cara, ganaremos; si sale cruz, perderemos”. Salió cara, y los soldados se dirigieron al campo de batalla con tal entusiasmo que derrotaron al enemigo. Al día siguiente, un ayudante del general comentó: “Nadie puede cambiar el destino”. Entonces Nobunaga le mostró la moneda que había lanzado al aire. Por ambos lados tenía cara.*

Antes de mi conversión, a los diecisiete años, yo misma compartía este concepto del destino. “Lo que está para ti nadie te lo quita”, era básicamente la forma en que nos referíamos a él. Hoy creo, como el Salmista, que Dios “me guía con su consejo y me conduce a un destino glorioso” (Sal. 73:24, NTV).

Seguir sus consejos, que encuentro en su Palabra, es lo que me da la confianza, el entusiasmo, la motivación y la energía para vivir el día a día esperando ese momento glorioso en que recibiré la salvación a la que Dios me ha destinado si decido aceptarla. “La aceptación o el rechazo del mensaje de Dios entraña el destino eterno de las almas” (La educación cristiana, cap. 4, p. 47). Yo lo acepto y, en esa aceptación, está la derrota de mi enemigo.

“Todo ser humano tiene la oportunidad, en gran medida, de elegir su propio destino. Las bendiciones de esta vida y también las del estado inmortal, se hallan a su alcance. Se puede edificar un carácter sólido, y adquirir mayor fortaleza a cada paso del camino. Es posible avanzar diariamente en sabiduría y conocimiento, y descubrir nuevas delicias al progresar, añadiendo virtud sobre virtud, gracia sobre gracia” (Consejos sobre salud, cap. 3, p. 84). Tú y yo somos las arquitectas de nuestro destino en la medida en que somos las arquitectas de nuestro carácter, y “el carácter es la cosecha de la vida, y esto es lo que determina el destino, tanto para esta vida como para la venidera” (Conducción del niño, cap. 31, p. 173).

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