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martes, 23 de agosto de 2016

Matutina de la Mujer: Agosto 23, 2016

GRACIAS


“¡Demos gracias a Dios por su amor, por todo lo que ha hecho en favor nuestro!” (Sal. 107:15, TLA).



ADEMÁS DE OBRAS RELIGIOSAS, la autora británica Dorothy Sa- yers (1893-1957) escribió varias novelas policíacas ambientadas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, todas ellas
protagonizadas por Lord Peter Wimsey.



Lord Peter es un soltero y solitario aristócrata y, a medida que se va desarrollando el personaje en novela tras novela, resulta evidente que su creadora lo ve como un ser vivo, cercano. Simpatiza con él. Lo quiere. Y, de pronto, decide aparecer ella misma en escena bajo el nombre de Harríet Vane. Harriet es una de las primeras mujeres que logran estudiar en la Universidad de Oxford -igual que Sayers-; es escritora de novelas de misterio -como Sayers-; quiere a Lord Peter -como la autora-, y se casa con él.
Dorothy Sayers, su creadora, decidió formar parte de la vida de su criatura para mejorarla; interactuar con él para darle amor, movida por la compasión ante su dolor y desventuras. Literalmente descendió a su nivel para salvarlo de su soledad y acompañarlo en un entorno completamente hostil.* ¡Te recuerda a alguien real?

El Autor de tu vida y la mía, el Creador del universo, vio a su criatura -el ser humano- y sintió lástima de ella -de nosotros-. Nuestras muchas luchas contra un entorno hostil a causa del pecado; nuestro dolor por la enfermedad y la muerte; nuestra soledad ocasionada por no saber relacionamos; nuestros esfuerzos por recuperar el Edén perdido lo movieron a compasión. Conmovido hasta lo más íntimo y rebosando amor por nosotros, el Autor divino decidió descender a nuestro nivel para salvamos de la autodestrucción.

Plenamente Dios y plenamente hombre, reescribió el guión para convertirse en uno de los protagonistas: el que finalmente nos salvaría de nuestro vacío y nuestra distancia de Dios. Nació en un pesebre y murió en una cruz; mayor creatividad y disposición a todo por nosotros no es posible. ¡Gracias, Señor!

Así es el amor: siempre compasivo, siempre sacrificado, siempre dispuesto a ponerse en el lugar del otro. ¿Qué te parece si, a lo largo del día de hoy, mantenemos en el corazón un profundo sentido de agradecimiento al Señor por enseñarnos qué es amar? Es la respuesta mínima que le debemos por haber dado un nuevo fin a nuestra historia: un fin de esperanza.

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