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jueves, 23 de junio de 2016

Matutina de Menores: Junio 23, 2016

LAS AGUAS LODOSAS LO CONVENCIERON


Ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. 2 Reyes 5:15



Por muchos años hubo ataques en la frontera, y guerra entre Israel y Siria. Fue durante uno de esos ataques que una pequeña niña israelita fue tomada cautiva. Se convirtió en una sirvienta esclava de la
esposa de Naamán, el capitán del ejército sirio. La Biblia no menciona el nombre de la niña, pero dice mucho acerca de su fe.

Cuando la muchacha oyó que el esposo de su señora tenía la terrible y temible enfermedad de la lepra, recordó todas las historias que había oído sobre el profeta Eliseo. “Oh”, exclamó, “si tan solo pudiera estar con el profeta en Israel. Entonces se recuperaría de su lepra”.

Naamán estaba desesperado. Aunque su país e Israel no estaban en buenos términos, tenía que encontrar a este hombre, Eliseo. Empacando regalos, se encaminó con sus siervos al sur, para encontrar al profeta. Llevaba una carta de su propio Rey para el rey de Israel, que decía: “He enviado a mi siervo Naamán a ti, para que lo sanes de su lepra”.

Cuando el rey de Israel leyó esto, respiró con dificultad y rasgó sus vestidos. “¿Soy acaso Dios, capaz de matar y hacer vivir, que me envía a un hombre para que lo sane de lepra?”

El rey de Israel veía solo el lado oscuro. Sin embargo, cuando Eliseo oyó que Naamán había llegado, dijo al Rey que lo enviara a su casa inmediatamente.

Naamán se acercó al pequeño y humilde hogar de Eliseo. El profeta se quedó adentro y, por medio de su siervo, envío un mensaje para el capitán Naamán: que se lavara siete veces en el rio Jordán.

 ¡Naamán estaba furioso! Había esperado que el profeta en persona llevara a cabo una ceremonia con mucho espectáculo.

 El mensaje de que se lavara en las lodosas aguas del Jordán era un insulto. No; Naamán simplemente no se bañaría en un arroyo inferior; y así casi falla en la simple prueba de fe que Eliseo le ofreció; pero, sus siervos lo instaron a intentarlo.

Naamán bajó al Jordán y comenzó a sumergirse. Vez tras vez se levantó de las aguas marrones, limpió el agua de sus ojos e inspeccionó su piel. Ningún cambio. Pero la séptima vez, la escamosa lepra desapareció, y su piel fue restaurada y quedó como la piel de un niño pequeño.

Naamán se convirtió en ese mismo lugar. ¡No más ídolos para él! “He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (2 Reyes 5:15).

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