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jueves, 9 de junio de 2016

Matutina de la Mujer: Junio 9, 2016

Tiempo al tiempo


«Mira, pues, con diligencia cómo andes, no como necia sino como sabia, aprovechando bien el tiempo» (Efe. 5: 15, RV95).



EL TIEMPO ES LA VIDA. Si todavía no lo has pensado desde esta perspectiva, y por tanto no estás actuando en consecuencia, este es el momento perfecto para que reflexiones y empieces a tomar
decisiones.

Perder el tiempo es echar a perder la «vida, pero saber aprovecharlo bien es sacarle el máximo partido a tu vida. No menosprecies cada segundo de tiempo/vida que Dios te ofrece, ni lo des por sentado; todo tiempo que vives, es tiempo de gracia. «Mira, pues, con diligencia cómo andes, no como necia sino como sabia, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seas insensata, sino entendida de cuál sea la voluntad del Señor» (Efe. 5: 15- 17, RV95).

La mejor manera de aprovechar el tiempo de forma sabia y sensata es planificando de antemano. Planificar significa organizar el día de tal manera que podamos sacarle el máximo partido a sus veinticuatro horas. Este es el primer paso. Antes de acostarme, o antes de levantarme, decidirá en que empleará los 1440 minutos que tengo por delante, y le daré un porcentaje considerable a las actividades espirituales. Intentaré poner mi pian en un lugar visible, y ceñirme a él lo máximo que pueda.

La decisión de ocuparnos en ciertas actividades o de desocuparnos de ellas no puede depender del momento, del estado de ánimo, de las frustraciones que vayamos acumulando ni de cuán bien o mal vaya nuestro trato con los demás. Por eso, decidamos de antemano el uso de nuestro tiempo, y no nos dejemos desalentar por las circunstancias. Si se cruza en nuestro camino la tentación de abandonar el plan por una recompensa inmediata, recordemos que mayor recompensa es la que se recibe a largo plazo, y que la simple satisfacción de los pequeños logros alcanzados en el día es una gran bendición.

La pluma inspirada nos dice: «Las personas que no hayan adquirido hábitos de estricta laboriosidad y economía de tiempo, deben tener reglas fijas para impulsarlas a la regularidad y prontitud» (Obreros evangélicos, p. 294). Este es un consejo tremendamente oportuno para que aprendamos a gestionar nuestro tiempo, que es la sustancia de la que está hecha la vida.

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