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martes, 3 de mayo de 2016

Matutina de Menores: Mayo 3, 2016

PIEDRA DE AYUDA


Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová. 1 Samuel 7:12.



Los filisteos habían tenido problemas desde que el Arca de Dios había caído en sus manos. Entonces, trazaron un plan a través del cual podrían deshacerse del Arca y, al mismo tiempo, probar si su problema había ocurrido por casualidad o por el trabajo directo del Dios de Israel.

Se colocó el Arca en una carreta enganchada a dos vacas cuyos terneros estaban atados en un establo. Cuando se soltaron las vacas, en lugar de vagar alrededor del establo y quedarse cerca de sus terneros como normalmente lo harían, salieron disparadas como si fueran guiadas por manos invisibles, yendo derecho por el camino a Betsemes, en el límite de Israel. Fue suficiente. Los filisteos, sorprendidos, se convencieron de que Dios estaba dirigiendo lo que pasaba con el Arca sagrada.

Los israelitas, quienes estaban trillando trigo en aquel entonces, levantaron la vista y comenzaron a gritar: “¡El Arca está de regreso!” Sin embargo, después de ofrecer sacrificios al Señor, hicieron algo que los filisteos nunca osaron hacer. Su curiosidad pudo más que ellos, y espiaron adentro del Arca. Dios había prohibido esta irreverencia, que fue rápidamente castigada con la muerte repentina.

Pero había unas pocas personas en Israel que respetaban y honraban a Dios. Los hombres de Quiriat-jearim descendieron y, reverentemente, trajeron el Arca a la casa de Abinadab, cuyo hijo, cuidadosamente, cuidó del Arca.

Pasaron veinte largos años. Luego, Samuel llamó a una gran reunión en Mizpa y le dijo al pueblo que, si ellos se volvían completamente de sus ídolos y servían al Señor, entonces Dios, una vez más, estaría con ellos.

Los filisteos pensaron que la gran reunión era por una guerra, y fueros decididos a pelear contra los israelitas. Pero, ahora las cosas eran distintas. El pueblo se había arrepentido verdaderamente de sus malos caminos, lo que le permitió a Dios ayudarlos de nuevo. Esta vez, Dios envió una fuerte tormenta eléctrica que amedrentó tremendamente a los filisteos. Los hombres de Israel los persiguieron todo el camino de regreso hasta la frontera. Luego, Samuel levantó una gran piedra como memorial, llamándola Eben-ezer, o “piedra de ayuda”.

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