Buscar...

martes, 3 de mayo de 2016

Matutina de la Mujer: Mayo 3, 2016

ANTE EL DOLOR


“Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9, NVI).



“¿Por qué sufro? ¿Es por culpa de Satanás, del pecado, o de Dios, que lo permite?” A veces nos quedamos estancadas en este “trilema” e, incapaces de hallarle respuesta, entramos en un coma espiritual porque nos parece que Dios es injusto. ¿Cuál es la causa del sufrimiento? Job se hizo esta pregunta, y en su experiencia encontramos respuestas.

Aunque Dios permitió la angustia de Job, no la causó ni procuró su mal para castigarlo por sus pecados, pues era justo e íntegro. Fue Satanás el culpable de su dolor y, a través de la prueba, Job llegó a una conclusión: “Hasta ahora, solo de oídas te conocía, pero ahora te veo con mis propios ojos” (Job 42:5).

En su respuesta de total fidelidad a Dios durante el dolor, la fe de Job se fortaleció. Pablo convivió con otra prueba que le generaba preguntas: “Me fue dado un aguijón en mi carne […] tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí. Y me ha dicho: ‘Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad’ ” (2 Cor. 12:7-9, NVI). ¿Fue Satanás quien envió esa prueba al apóstol? No creo, puesto que su propósito, en palabras del propio Pablo, era “que la grandeza de las revelaciones no me exaltara” (vers. 7) y, obviamente, al enemigo le interesa que seamos orgullosos y autosuficientes, no que dependamos de Dios. El Señor consintió el aguijón y lo utilizó para pulir el carácter de Pablo. En su respuesta de total fidelidad a Dios durante el dolor, la fe de Pablo se fortaleció.

¿Quería Dios que su Hijo sufriera una muerte cruel? No, pero el pecado la exigía, y Dios “convirtió la mayor tragedia de la historia del mundo en su mayor triunfo: la salvación de la humanidad”.* En la respuesta de total fidelidad de Jesús durante la más dura prueba, nuestra fe se fortalece. ¿Es una necesidad imperiosa para ti saber por qué sufres? Recuerda que no podemos evitar las pruebas, pero sí sabemos que Dios (no el sufrimiento en sí mismo) produce en nosotros buenos frutos, gracias a ellas o a pesar de ellas. La pregunta clave que has de hacerte no es “¿Por qué sufro?”, sino: “¿Cómo responderé al dolor!”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario