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martes, 12 de enero de 2016

Matutina de Jóvenes: Enero 12, 2016

Él tomó mi lugar


“Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18, RV95).



Dos hermanos mellizos que trabajaban como taxistas en Manila, Filipinas, eran tan parecidos que resultaba difícil poder diferenciarlos. Sucedió que uno de ellos tuvo un accidente de tránsito que provocó la muerte de un turista. La policía lo acusó de haber estado manejando temerariamente y, tras un largo proceso judicial, fue sentenciado a veinte años de cárcel.

Su hermano gemelo, que era soltero, sufría mucho a causa de aquella tragedia. Así que un día visitó a su hermano en la cárcel y le dijo: “Tengo un plan para que salgas de aquí. No puedo seguir sin hacer nada ante el dolor que tu ausencia ha causado a tu esposa y a tus hijos. Como somos tan parecidos, nadie se dará cuenta si tú sales en mi lugar. Ponte mi ropa y toma mi pase, yo cumpliré el resto de tu sentencia. Tu esposa y tus hijos te necesitan, ve con ellos”. En un momento de descuido de los guardias, los hermanos aprovecharon y se cambiaron de ropa. El culpable salió para estar con su familia, mientras que el inocente se quedó encerrado pagando por un delito que no había cometido.

¿Te parece justo que una persona inocente reciba la sentencia que recae sobre una culpable?

Eso fue exactamente lo que Jesús hizo por todos nosotros. Tú y yo habíamos cometido un gran delito al pecar y transgredir la ley de Dios. Por tanto, sobre nosotros recaía una sentencia de muerte; pero Cristo, como el hermano de la historia, decidió tomar nuestro lugar y sufrió el castigo que merecíamos tú y yo. Su entrega constituye la mayor evidencia del amor de Dios por los pecadores.

El profeta Isaías describe lo que Jesús hizo en favor nuestro con estas palabras: “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores. […] El fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo […], y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Isaías 53:4, 5, NVI). Sí, el Señor se entregó por ti, sufrió por ti, murió por ti; tomó el lugar que te correspondía a ti. ¿Qué harás con la libertad que su sacrificio te ha otorgado?

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