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miércoles, 7 de octubre de 2015

Matutina de Adultos: Octubre 7, 2015

Trata de ancianos


“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras” (Juan 21:18).



La declaración que Jesús hizo a Pedro contiene una verdad incuestionable que la vida y la edad evidencian: cuando llegamos a viejos, no siempre tenemos la habilidad y la capacidad de valernos por nosotros mismos, de atender nuestras necesidades, defender nuestros derechos o simplemente nuestro honor.

Necesariamente dependemos de otras personas que también pueden hacernos víctimas de insolencias, humillaciones, que usan la dignidad de las personas mayores como esterilla.

En un mundo donde todo se compra y se vende, permíteme la pregunta: ¿Cuál es el precio de un anciano? Pues bien, en esta historia, el precio depende de su edad y estado de salud. Cuanto más viejo y más enfermo más vale. Unos trescientos euros si es un hombre bien presentado, con una salud aceptable que tenga alrededor setenta años. Por seiscientos euros se puede encontrar un anciano algo achacoso de unos ochenta años. Pero por mil doscientos euros se puede conseguir un abuelo con una enfermedad incurable y defunción garantizada a corto plazo. Pues bien, la historia salió en los periódicos con cierto tinte de escándalo. En Roma, un señor de ochenta y un años que vivía en un hospicio romano, se casó con una joven actriz yugoslava que necesitaba nacionalizarse italiana. Había acudido a la Agencia Anónima de Matrimonios que se dedica con todas las licencias en regla a una curiosa “trata de viejos”. La actriz pagó los seiscientos euros que le pidieron, contrajo matrimonio con el anciano en la mañana, desayunó lúgubremente con él y se despidieron para no volverse a ver.

Los padrinos acompañaron al anciano a su residencia como si nada hubiese pasado, le dieron el dinero convenido y se marcharon. Pero muy pronto comenzó la tortura del solitario esposo, aunque casado; primero, el asedio, las burlas y comentarios de los compañeros de asilo; después, la visita de la empleada de la agencia que intentó chantajearle para que él, a su vez, chantajease a la actriz. Recibió cartas indignadas de familiares y dardos de sarcasmo lanzados por conocidos. Un día, el pobre octogenario confesó a una periodista:

“Quisiera irme, no sé dónde, adonde nadie me conozca. Irme. Irme. Aunque fuera al otro mundo”.

Defender a los ancianos y luchar por su dignidad es una importante señal de una sociedad civilizada y justa. Al mismo tiempo, la iglesia está llamada a promover el respeto de este sector de la sociedad. Hazlo tú este día.

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