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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Matutina de la Mujer: Septiembre 30, 2015

¿Dónde está Dios cuando sus hijos sufren?


Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: “Eli, Eli, ¿lama sabactani? ’’ Esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ” Mateo 27:46



Son cerca de las nueve de la mañana y mi madre se prepara para ir a la iglesia. Entonces escucha que mi padre la llama con un gemido desde la planta alta de la casa. Le pide que lo lleve de urgencia al hospital, pues el dolor en el brazo izquierdo es agudo y teme lo peor. Y lo peor ocurre. Con el recuerdo fresco en mi memoria de ver a mi abuelo conectado a tubos, catéteres y todo tipo de aparatos médicos, como una burla cruel del destino, veo ahora a mi padre en la unidad de cuidados intensivos en las mismas condiciones, o quizá peores. Cuando el pronóstico médico es “reservado”, cuando no encuentran el tipo de sangre adecuado, y te dicen que el nivel de riesgo de la operación es alto, te asalta la duda y preguntas: “¿Por qué le ocurre esto a gente buena como mi padre?”. Cuando ves el dolor reflejado en su rostro y en su mirada la impotencia de no poder hablar, te sientes pequeña y miserable.

¿Qué se supone que debes sentir y pensar, cuando corres frenéticamente, luego de escuchar un grito espantoso y un golpe seco, que proviene de las escaleras, y encuentras a tu hijo en un charco de sangre?

Esa vía dolorosa por la que estás transitando ya fue recorrida por Jesús. Cuando pendía de la cruz, los ángeles presenciaban impotentes su agonía, pues se les prohibió ayudarlo. El sol se negó a mirar la horrible escena, y una densa oscuridad rodeó el Calvario. Pero precisamente en esa mortaja “Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo” {El Deseado de todas las gentes, cap. 78, p. 714). Cuando Cristo se aferra por la fe a Dios y encomienda a él su espíritu, entonces desaparece la sensación de haber perdido el favor del Padre, y grita victorioso: “¡Consumado es!”. También nosotras podemos alargar nuestra mano a través de la densa oscuridad, y aferrarnos por fe al único que puede y quiere llevar nuestro dolor, y darnos paz.

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