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viernes, 28 de agosto de 2015

Matutina de la Mujer: Agosto 28, 2015

Un matrimonio a salvo


Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás. Eclesiastés 11: 1



Estaba pasando por un momento difícil de mi vida y no tenía deseos de conversar con nadie pero, por alguna razón, debí quedarme en casa de una amiga durante ese fin de semana. Por la mañana fuimos a la iglesia; y como mi amiga tenía otra invitada en su casa, me pidió que me quedara con ella mientras asistía a una reunión en otra iglesia. Hablé con esa dama de la bendición que significa el estudio diario de la Escuela Sabática y de otros asuntos de la fe. Casi al final de la conversación, ella me agradeció mis palabras. No entendí el motivo de su agradecimiento, y me dijo que estaba pasando por una grave crisis matrimonial. Almorzamos juntas, y la conversación se extendió. Su esposo no compartía su fe, y ella estaba cansada de los conflictos con él. Quería divorciarse. Pero cuando ella le había propuesto a su esposo el divorcio, él le había pedido otra oportunidad. Era en esos días cuando ella estaba más confundida.

Ella pensaba que si se divorciaba encontraría alguien mejor y más romántico, que la vida sería diferente. Yo le dije: “Hermana, solo por separarse de su esposo, no hallará otro mejor que él. Además, usted fue llamada a colaborar en la salvación de su esposo. Quizá Dios le está dando la oportunidad a su esposo de arrepentirse y salvarse, el matrimonio es santo”. Le recomendé el libro Secretos de la dicha conyugal.

Unos meses más tarde volví a la iglesia de ese pueblo. Al rato alguien llegó, y al verme, rebalso de alegría. Me abrazó, y no cesaba de darme las gracias. Yo no entendía nada, así que le pregunté por qué tanta expresión de alegría. Ella me dijo: “¡Mi esposo está aquí! ¡Va a la clase de visitas!”. Entonces me acordé: ¡Era Ana! Había salvado su matrimonio. Hoy su esposo ya fue bautizado, y siguen juntos, sirviendo al Señor.

Dios me usó cuando yo menos lo pensaba, en momentos difíciles de mi vida, cuando mis pensamientos iban solo hacia mí, sin que me importara mi prójimo. Pero cuando me olvidé de mí, el Señor usó mis modestas pero sinceras palabras. Este incidente me enseño que, aun en los momentos cuando todo parece oscuro en tu vida, puedes ser instrumento para la salvación de otra persona.

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