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miércoles, 26 de agosto de 2015

Matutina de la Mujer: Agosto 26, 2015

¡Increíble! ¡Imposible!


Porque nada hay imposible para Dios. Lucas 1:37



Si hay algo que bendice mi alma, es el folleto trimestral de la Escuela Sabática. Me emociona saber que el Señor tiene preparado algo importante para mí cada tres meses. Comencé a sentir esto cuando
estudié el folleto dedicado al libro de Salmos. Cuando estalló la guerra de Oriente Próximo, mi esposo fue enviado a esas tierras lejanas… ¡Cuán importantes y apreciados fueron esos estudios de los Salmos!

Dios me enseñó algo más en enero de 2012. Seguramente tú conoces los textos: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (l Cor. 6:19, 20) ¡Con esos versículos Dios me hizo saber algo que había ignorado! Me recordó que en el pasado había experimentado su presencia mediante el estudio de su Palabra, las alabanzas, las predicaciones, pero aún no lo había reconocido completamente.

En ese tiempo pesaba más de 93 kilos. Pensaba que comía saludablemente, hasta que fui consciente de mi debilidad por la comida. No tenía fuerza de voluntad para poner “cuchillo a mi boca”. Entonces clamé al Señor: “¡Ayúdame! ¡Tienes un gran trabajo que hacer en mí; yo no puedo sola!”. El Padre me recordó: “Todo lo puedes en Cristo Jesús que te fortalece”. Ese mismo día comenzó algo asombroso en mi vida: empecé a caminar diariamente ocho kilómetros. En un mes, bajé siete kilos. Cuando comencé a trabajar, disminuí la frecuencia de mis caminatas; pero no me rendí. Comí menos pan y dejé de añadir azúcar y sal a los alimentos. Hoy ingiero más comidas crudas, con muy poca grasa, y hago ejercicio físico. Disfruto de una salud que nunca antes tuve. Le agradezco a mi Rey por no haber tirado la toalla conmigo. Hoy, después de perder 25 kilos, reconozco que Dios y sus promesas
tienen el crédito.

Querida hermana, ¡Dios desea bendecirnos, física, mental y espiritualmente! He experimentado su gracia y su misericordia. El me rodea de amigas y hermanas que me motivan y apoyan. No hablo como si lo hubiese alcanzado, como dice Pablo, pero prosigo al blanco. Si resbalo, extiendo mis manos para que él me sostenga. ¡Sí podemos ser vencedoras! Pues ¡nada es imposible para Dios!.

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