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miércoles, 26 de agosto de 2015

Matutina de Jóvenes: Agosto 26, 2015

Tolerancia a la frustración


Os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. Hebreos 10:36.



En la base de todo tipo de sufrimiento, uno de los aspectos comprometidos en nuestro dolor es la tolerancia a la frustración. El sufrimiento, cualquiera que sea, aparece como una amenaza a nuestros deseos; por ejemplo, el deseo fundamental de ser felices. Queremos ser felices YA. No queremos que nada se interponga en el camino de nuestra felicidad: ni enfermedad; ni pérdidas económicas, amorosas o afectivas; ni la desaparición o la enfermedad de nuestros amados; o tantas otras “interrupciones” a nuestro proyecto de felicidad.

Este aprendizaje relacionado con la tolerancia a la frustración es fundamental para saber soportar el dolor. Cuántas personas hay que se ahogan en un vaso de agua ante el más mínimo problema, y que entonces adoptan un papel de víctimas frente a la existencia, y viven para quejarse de su suerte, deplorarla, y entregarse al llanto y la depresión. Por el contrario, hay personas que afrontan los problemas con entereza, con madurez, y que se hacen más fuertes y maduras a través del dolor.

Eso es lo que sucedía con San Pablo, según cuenta su propia experiencia el apóstol. No dependía de las circunstancias para ser lo más feliz posible y para vivir consagrado a Dios. Consideraba las contrariedades de la vida como oportunidades de aprendizaje, y estaba dispuesto a recibirlas con espíritu gallardo, entero, dispuesto a hacerles frente. Por supuesto, el secreto mayor de su éxito lo consigna en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece”. Es la fuerza de lo Alto lo que nos puede dar tal fortaleza interior como para no sucumbir ante las pruebas sino que incluso salgamos fortalecidos y más maduros de ellas.

Este aprendizaje nos puede ayudar a aprender a esperar en Dios, algo tan necesario en la vida cristiana, especialmente cuando afrontamos problemas y sufrimientos. Así lo testifica David, quien supo lo que es aprender a tener paciencia para aguardar los tiempos de Dios para la solución de sus luchas y sufrimientos: “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” (Sal. 27:14).

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