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viernes, 5 de junio de 2015

Matutina de Menores: Junio 5, 2015

Ácaro


Experimenta: Si quieres ver la fotografía de un animal diminuto y feo, busca la de un ácaro.

Hay cientos de miles de especies de los diminutos ácaros y están en todas partes. Me llaman especialmente la atención las especies que viven en nuestra piel y las que viven en el polvo de nuestra casa, porque ambas se alimentan de nosotros. El más grande de esos ácaros mide apenas 0.5 milímetros.

Esos ácaros comen las escamas de la piel que se nos caen todos los días y que dejamos en diferentes lugares como el sofá, la cama, la almohada y la ropa. Viven alegremente en esos lugares y se reproducen por miles si la temperatura es mayor de 20°C y si hay oscuridad y humedad de 70%, aproximadamente.

El mayor problema es que el excremento de los ácaros y los ácaros muertos se convierten en un polvo muy fino que respiramos y puede causarnos algunas alergias y síntomas de asma.

Para evitar que se reproduzcan los ácaros hay que abrir las ventan para que el aire y el sol entren a la casa, además de limpiar nuestro hogar y lavar muy bien y frecuentemente nuestras pertenencias.

La maldad y el pecado también se reproducen sin control en nuestra sociedad. Al vivir en este mundo «respiramos» toda esa maldad a diario; enferma nuestros corazones y pensamientos, los convierte en nidos húmedos y oscuros donde el pecado empieza a crecer tarde o temprano.

Para evitarlo, Jesús llama a tu puerta todos los días. Si abres la puertas y ventanas de tu corazón para que entre, hará limpieza general y eliminará todos aquellos «ácaros» de pecado que se han empezado a reproducir en tu mente y tu corazón, si lo permites.

¿Has cultivado algún mal pensamiento? Es momento de que Jesús entre a tu vida. Ábrele la puerta, invítalo a pasar y platícale sobre esos rincones que necesitan limpieza. Él es poderoso contra la maldad y ningún sentimiento o pensamiento indebido sobrevive en su presencia.

«Examíname, ¡ponme a prueba!, ¡pon a prueba mis pensamientos y mis sentimientos más profundos!» (Salmos 26:2)

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