Acurrucarse
«Una niña se perdió en Pierzwin», anunció el jefe de bomberos a su equipo. Todos se alistaron lo más pronto posible. Afuera hacía mucho frío. La temperatura había descendido hasta -5°C aquella noche.
Julia, una niña polaca de apenas tres años, había salido de su casa sola y se encontraba perdida. Sus padres, muy preocupados, dieron aviso a la policía y los bomberos para que ayudaran a buscarla.
La búsqueda duró algunas horas, con el temor aque la niña se congelara. Repentinamente, escucharon a lo lejos los ladridos insistentes de un perro. Los rescatistas se dirigieron hacia allí, con la esperanza de que se tratara de un aviso sobre la pequeña. Para sorpresa de todos, cuando llegaron al lugar encontraron una escena que conmovió a más de uno.
El perro que ladraba era la mascota de la familia de Julia, un perro mestizo de color negro llamado Czarek. Estaba echado en el piso, acurrucado sobre el cuerpo mojado y frío de la pequeñita. Julia se había quedado dormida por el cansancio y el frío, a punto de morir. Pero Czarek la protegió con su calor. La niña fue atendida de urgencia por principio de congelamiento. Me pregunto qué habría sucedido si Czarek no se hubiera acurrucado sobre Julia. ¡Quizá hoy no estaría viva!
Dios es así con nosotros. Aunque sabemos que no debemos alejarnos de su presencia, escapamos cada vez qeu se nos ocurre, creemos que nada nos pasará. Pero la realidad es que somos como niños pequeños delante de Dios, aunque ya nos sintamos muy maduros.
Afortunadamente, Jesús nos ama mucho más de lo que podemos imaginar y busca hasta encontrarnos para tomarnos entre sus brazos. Sin duda puede acurrucarte y protegerte. Piensa en Jesús, que abrió sus brazos en la cruz. Deja que su protección te envuelva por comprleto; es más, acomódate en su mano. Ahí nada podrá lastimarte. Es el lugar más seguro del universo.
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