Buscar...

martes, 23 de junio de 2015

Matutina de la Mujer: Junio 23, 2015

A limpiar se ha dicho


Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Salmo 51:7



Ha llegado el verano. Me propongo hacer una limpieza general en mi casa. Comenzaré por los armarios, las gavetas y gabinetes; luego las ventanas, alfombras, pisos, y por último el garaje.

Me gusta lavar los platos, pues me da tiempo para reflexionar y hablar con Dios. Ayer, mientras hacía esta tarea, se me ocurrió que nuestra vida espiritual es semejante a la limpieza del hogar. Hay cuatro cosas que debemos hacer para obtener buenos resultados en nuestra limpieza:

1. Identificar la condición: Tenemos que reconocer el desorden, la suciedad y la necesidad de limpieza. También así, debemos reconocer cuando necesitamos sanidad y limpieza espiritual.

2. Utilizar un limpiador adecuado: Ahora debemos escoger el limpiador adecuado. No utilizamos el jabón de limpiar el baño para limpiar los platos. Así también encontraremos diferentes promesas en la Biblia para cada situación en nuestra vida. La oración a solas, en grupo o en pareja puede ser el limpiador más versátil y fuerte que podamos usar.

3. Limpiar continuamente: Hay que limpiar regularmente nuestra casa, porque si dejamos acumular la suciedad, se hace más difícil el trabajo. Nuestro renuevo espiritual debe ser diario. Debemos sacar tiempo cada día para hablar con Dios, y para oírlo a través de las Escrituras.

4. Compartir: Es bueno compartir con otros lo que nos da resultado. Los detergentes buenos, los precios, las técnicas de limpieza, etcétera. También nos sentimos muy bien cuando invitamos a alguien a nuestra casa y todo está limpio, reluciente. Así, sentimos satisfacción cuando compartimos lo que Dios ha hecho en nuestra vida, cómo nos limpia y nos ayuda a enfrentar las pruebas y dificultades.

En este mundo de contaminación espiritual, el enemigo trata de ensuciar y dañar nuestra misión. Tenemos diferentes áreas que necesitan limpieza. Quizá necesitamos perdonar, dejar malos hábitos o sanar alguna herida. Con la ayuda del Espíritu Santo podemos usar la herramienta divina: la sangre del Cordero nos limpia de todo pecado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario