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miércoles, 3 de junio de 2015

Matutina de Adultos: Junio 3, 2015

Al Ver las multitudes


«Al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor». (Mateo 9: 36)



Aunque durante toda su vida pública, Jesús tuvo un contacto regular con la gente, en el año de la popularidad, en Galilea, era seguido por multitudes ávidas de su enseñanza y expectantes de las señales que hacía. Dice Marcos de este periodo: «Pero Jesús se retiró al mar con sus discípulos, y lo siguió gran multitud de Galilea. También de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él» (Marcos 3: 7-8). Este periodo se cerró con la primera multiplicación de los panes y los peces y la predicación del sermón del pan de vida, en la sinagoga de Capernaúm, donde muchos discípulos lo abandonaron: «Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? […] Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás y ya no andaban con él» (Juan 6: 60, 66).

En las narraciones evangélicas del año de la popularidad, hay una expresión que se repite con frecuencia: «Al ver las multitudes». Jesús no era indiferente a la situación de sus contemporáneos. Vivía entre ellos, se había encarnado para participar de sus debilidades y aliviarlos de sus dolores. Algunos textos señalan explícitamente el sentimiento que producía, en el corazón del Salvador, esta visión de las personas: «Tuvo compasión de ellos y sanó a los que de ellos estaban enfermos» (Mateo 14: 14). Pero no solo curaba sus cuerpos, sino también sus mentes mediante la predicación y la enseñanza (Lucas 9: 11). Las gentes acudían a él también para escucharlo y recibir sanidad (Lucas 6: 17).

La misión de la iglesia no puede permanecer ajena a la verdadera situación del mundo. Hemos de ser observadores atentos y compasivos de las gentes, especialmente de sus sufrimientos. Hemos de ser solidarios y, en la medida de lo posible, responsables. Fue por amor y compasión a la humanidad que Jesús vino a este mundo, fue por amor y compasión por los hombres que fue clavado en una cruz. Por ello, la iglesia debe encontrar en el amor y la compasión por la humanidad la verdadera motivación de la misión: «Existe escasamente una décima parte de la compasión que debiera haber por las almas que no están salvadas. Quedan muchos por amonestar, y sin embargo, ¡cuán pocos son los que simpatizan lo suficiente con Dios para ver las almas ganadas para Cristo!» (Obreros evangélicos, pág. 121).

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