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jueves, 18 de junio de 2015

Matutina de Adultos: Junio 18, 2015

No he venido a abolir, sino a cumplir


“No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17, 18).



La doctrina y la obra de Cristo no tenían la misión de abolir la Ley de Dios, sino de cumplirla. ¿Cómo debemos entender estas palabras en el contexto del sermón de la montaña? ¿A qué ley se está refiriendo Jesús? ¿Qué significa aquí cumplir la Ley?

“Vosotros sois la luz del mundo”, nos parece una palabra sorprendente porque Jesús está aplicando a sus discípulos algo que Jesús empieza diciendo: “No penséis que”, posiblemente porque en su tiempo circulaba algún malentendido con respecto a Cristo y la Ley, como ocurre hoy con quienes piensan que los Diez Mandamientos han dejado de tener vigencia con la llegada del evangelio. El verbo traducido por abolir, kataluein, es muy fuerte, no designa una refutación teórica de la Ley, sino una actividad capaz de hacerla desaparecer, destruirla, liberando a los hombres de su autoridad y obediencia. Pero ¿de qué ley está hablando Jesús? Parecería que se está refiriendo a todo el Pentateuco, considerado por el judaísmo como la ley, la parte con mayor autoridad del Antiguo Testamento. Sin embargo, todos los mandamientos citados por Jesús en los versículos siguientes son preceptos de carácter moral: no matar, no adulterar, el repudio de la esposa, no jurar en falso, ojo por ojo y diente por diente, amar al prójimo, etcétera, todos pueden inscribirse en las prescripciones propias del Decálogo.

En cuanto al significado aquí del verbo cumplir, plerosai, es múltiple y complementario, significa en primer lugar ‘guardar’, ‘observar’, ‘obedecer’; también se puede traducir por ‘completar’, ‘llevar a su plena realización’; asimismo significa ‘manifestar su espiritualidad’, es decir, no conformarse con el formalismo de la letra, sino con el espíritu de la ley; también quiere decir ‘personificar’, primero en la propia vida de Jesús que “era una representación viva del carácter de la ley de Dios” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 33), después, en los corazones de los conversos del nuevo pacto: “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (Heb. 8:10).

De esa legislación así comprendida y magnificada, Jesús dijo que “ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”, es decir, proclamó enfáticamente la inmutabilidad de la Ley, su vigencia y su autoridad hasta los confines del fin.

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