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lunes, 30 de marzo de 2015

Matutina de Menores: Marzo 30, 2015

La bandera de Dios


Experimenta: ¿De qué color crees que es la bandera del amor de Dios? Seguramente incluye rojo, para que recordemos que, por amor Jesús murió por nosotros.

Natalie y David se encontraban por primera vez en un país lejos del suyo. Durante la inauguración del evento de jóvenes al que asistían, vieron desfilar las banderas de otros países, al tiempo que sonaban los diferentes himnos nacionales. En medio del ruido y la música escucharon el nombre de su país y al final de la pista, alcanzaron a ver que su bandera se asomaba, regia; ondeaba y lucía sus colores al tiempo que la banda ejecutaba su himno nacional. Una fuerte emoción los invadió; en un segundo estaban de pie cantando con todas su fuerzas. Lagrimearon al recordar que sus afectos se encontraban muy lejos de ellos en ese momento. Sorprendidos por lo que su bandera, lejos de su país, pudo causarles, tomaron de nuevo su asiento y se dispusieron a terminar de ver el desfile de las demás banderas.

¿Qué tan importante es la bandera? Todos los países tienen una para identificarse. Sus escudos y colores nos hablan de algunas características de la geografía o historia de un país.

Las franjas azules de la de Nicaragua dicen que el país está en medio de dos océanos. El rojo de algunas significa que mucha gente murió; el amarillo de otras simboliza la riqueza de un país; el verde, la esperanza de progreso. Las hay complicadas o sencillas. Pero el pueblo que representa es lo que hace importante a una bandera.

Quienes conocemos a Dios tenemos una bandera que nos identifica. La Biblia dice que esa bandera es el amor de Dios. Cuando la adoptamos, nuestra vida se llena de sentido. El amor de Dios te identifica como parte de su reino y dice a los demás a quién perteneces.

Aceptar a Jesús como tu Salvador es llevar ondeando la bandera de su amor por la pista del estadio de este mundo, para que todos sepan qué ha hecho él por ti.

 «Me llevó a la sala de banquetes, y sus miradas para mí fueron de amor» (Cantares 2: 4)

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