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lunes, 30 de marzo de 2015

Matutina de la Mujer: Marzo 30, 2015

Alabanzas en las pruebas


Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Filipenses 4:6



Hace dos años entrevisté a una señora muy inquieta y angustiada. Hacía seis meses que su joven hijo había muerto repentinamente de un infarto. Ella sospechaba que alguien lo había envenenado. Desde el día de la tragedia, Lorenza no dormía bien; su ansiedad iba en aumento, al punto que renunció a su trabajo para dedicarse a investigar el supuesto crimen. Esto le robaba la poca energía que tenía, pero estaba decidida a encontrar al que había matado a su hijo.

Su ansiedad la llevó a sospechar de todos los amigos de Roberto y hasta de algunos familiares, a quienes interrogaba constantemente. Había dejado de asistir a la iglesia, y veía poco a su esposo y a su hija adolescente. Todos estaban confundidos y mortificados por su obsesión.

—No tiene sentido que mi Roberto, lleno de salud y vida, haya tenido un corazón enfermo —decía—. Alguien que le tenía envidia lo envenenó.

Es difícil aceptar la muerte de un ser amado, especialmente la de un joven atleta, como Roberto. Lorenza estaba destrozada, y con su investigación trataba de evadir la realidad y acallar los gemidos de su corazón, que no aceptaba la brusca separación de su hijo.

Después de muchas lágrimas, abrazos y oración, el Señor nos habló por medio de la Escritura con estas palabras sanadoras: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Ped. 4:12, 13). El Señor obra milagros cuando creemos y aceptamos su Palabra. Lorenza volvió a su hogar, libre de la ansiedad que la atormentaba, porque creyó y fue sana.

“Olvidando nuestras propias dificultades y molestias, alabemos a Dios por la oportunidad de vivir para la gloria de su nombre. Despierten tus frescas bendiciones de cada nuevo día la alabanza en nuestro corazón por estos indicios de su cuidado amoroso” (El ministerio de curación, cap. 18, p.167).

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