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miércoles, 18 de marzo de 2015

Matutina de la Mujer: Marzo 18, 2015

A veces hay que cortar


Mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Juan 15:1, 2



Después de una corta pero intensa ráfaga veraniega, una de mis rosas favoritas, una hermosa y prolífera trepadora de exquisitas flores blancas, quedó muy maltratada. Algunos gajos se quebraron y las ramas cargadas de rosas que conformaban la hermosa cortina natural sobre una de nuestras ventanas perdieron su vitalidad.

Tuve que podarla a ras de tierra. Mi esposo y mi hijo se alarmaron con lo que pareció una drástica decisión. Les costaba creer que yo hubiese aniquilado la rosa más hermosa del jardín tan arbitrariamente. Pero la mutilación había sido necesaria.

Muchas de las enfermedades naturales de las plantas se propagan a través de heridas y cortaduras que debilitan ramas y troncos. Gajos tronchados o mal podados son casi siempre el principal acceso de los virus y enfermedades.

Muchas veces es necesario cortar aquel tallo cargado de preciosos botones de rosas que fue herido o partido bajo la presión del agua o el peso de sus propios capullos. Aunque al jardinero le duela hacerlo, es necesario. Con ello no solo estará evitando desagradables enfermedades que podrían terminar minando la vida de la planta, también estará prolongando la vida del arbusto. Esta mutilación es beneficiosa, pues de la misma rama que fue cortada pronto brotará una nueva rama saludable y vigorosa.

A veces cuando sufrimos pareciera que Dios no escucha. Oramos, y más pruebas se agregan a nuestra cuota ya repleta de dolores. Nos desanimamos, y nos preguntarnos por qué Dios nos abate con su poda.

La prueba es necesaria en la rehabilitación del espiritu. Así como el jardinero ha de hacer pasar su planta más preciada por sus tijeras salvadoras, los hijos de Dios hemos de ser probados bajo la constancia de su amor. “Para que seamos perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna” (Sant. 1:4).

Si estás pasando por alguna prueba, no te desanimes. Deposita todas tus cargas y pesares en Aquel que sabe dar verdadero descanso al fatigado y paz al alma perturbada.

Ya sea que sufras o rías, ya sea que te encuentres en la cúspide más alta o el abismo más hondo, que todo ello te acerce más a Jesús, tu amante Salvador.

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