Nunca dejes de orar - 1
Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mateo 7:8
Mi esposo y yo nos casamos muy enamorados. Nuestro mayor deseo era tener hijos y, en tan solo cinco meses de casados, ocurrió el milagro: ¡Quedé embarazada! Vivir esa experiencia era lo máximo para nosotros. Orábamos cada día por nuestro bebé, y se lo entregamos en oración a Dios.
Estábamos muy lejos de nuestros familiares, así que decidimos regresar a los Estados Unidos para que estuviéramos juntos cuando naciera el bebé. Pero para nuestra inimaginable sorpresa y horror, un día antes del viaje nos enteramos de que nuestro bebé había muerto a las diecinueve semanas de gestación. Creo que fue el dolor más grande que pudimos sentir alguna vez. Sin embargo, aunque no entendíamos nada, no perdimos la esperanza de que Dios nos daría un hijo algún día. En ese momento pudimos entender el dolor que experimentó Dios al dar a su Hijo único, Jesús, para que muriera por nosotros. Me imagino que Dios sabía que un Hijo era lo más preciado que él podía entregar para demostrarnos su amor.
Al siguiente año, y después de haber perdido otro embarazo de seis semanas, tuvimos una bebita hermosa; pero para nuestra tristeza solo vivió cuatro días, ya que había nacido a los seis meses de gestación. El dolor iba aumentando en mi corazón, aunque le daba gracias a Dios por haberme salvado la vida. Casi dos años después, Dios nos entregó lo que tanto esperábamos: un bebé hermoso que nos
llena de alegría cada día.
A veces no entendemos los planes que Dios tiene para nosotros. Tampoco entendemos por qué debemos sufrir tanto antes de obtener finalmente lo que más queremos. Dios conoce nuestros deseos y nuestros sufrimientos. Cada día que nos aferramos a él, nos lleva en sus tiernos brazos de amor y nos seca las lágrimas, mientras nos prepara para que podamos disfrutar lo que él tiene para nosotros.
Nunca dejes de orar. Nunca dejes de creer que Dios guía tu vida cuando le eres fiel.
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