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viernes, 27 de marzo de 2015

Matutina de Jóvenes: Marzo 27, 2015

¿Es fácil ser cristiano?


Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Gálatas 5:16, 17.



Mientras te encuentres en este mundo, un planeta en rebelión, estarás sujeto a presiones sociales, a tentaciones que te acosarán para que vivas de manera contraria a la voluntad de Dios. Mientras Satanás exista, serás tentado a apartarte de Dios y a vivir bajo el principio de la rebelión; para que vivas satisfaciendo el yo, tu egoísmo natural. Y, lo que es más, mientras Cristo no vuelva, y “esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Cor. 15:53), seguirás portando una naturaleza pecaminosa, una marcada tendencia al mal, al egoísmo y a la rebelión, que deberá ser subyugada por el poder del Espíritu Santo.

Es cierto, ya has nacido de nuevo, por el Espíritu. Ya has recibido una naturaleza nueva. Pero eso no significa que tu naturaleza antigua, de pecado, haya desaparecido. Ambas convivenen tu ser: una tendencia al bien, movida por el Espíritu; y una tendencia al mal, orientada hacia el egoísmo en todas sus formas. Por eso, Martín Lutero decía que el cristiano es “simul justus et peccator”; es decir, simultáneamente justo y pecador.

La única forma de poder vivir la vida cristiana es entregar tu vida a la obra regeneradora del Espíritu Santo, para ser lleno de su poder y de su santidad.

Por eso no confíes hoy en tus propias fuerzas, en tu propia naturaleza y en tus propios recursos para vivir la vida cristiana. Ora por el Espíritu Santo, entrégate a él, deja que gobierne tus pensamientos, tus sentimientos, tus palabras y tus acciones, y que no solo te dé las fuerzas para vencer el mal, sino también te llene de inspiración, bondad y poder para ser bueno, y para vivir haciendo el bien.

Alimenta hoy tu naturaleza espiritual, buscando intensamente a Dios en oración; escuchando su voz, que te habla en su Palabra escrita; viviendo en armonía con su voluntad. Y, por el contrario, deja morir de hambre a tu naturaleza carnal, no prestando atención a sus reclamos.

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