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viernes, 6 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 6, 2015

Los hijos de Dios y las hijas de los hombres


«Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, al ver los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas». (Génesis 6: 1-2)



Desde la entrada del pecado en el mundo, la humanidad ha estado dividida en dos grupos: los justos y los malvados. Aunque es verdad que el pecado se ha transmitido de generación en generación y nos afecta a todos, existe una marcada diferencia entre los que se entregan, consciente o inconscientemente, al poder del mal, y los que reaccionan contra él apoyándose en Dios. Esta po­larización de la humanidad primitiva, nuestro texto la define con los apelativos de «los hijos de Dios» y «las hijas de los hombres».

¿Quiénes eran los hijos de Dios y quiénes los hijos de los hombres? Elena White dice que los hijos de Dios eran descendientes de Set, en cuyo linaje «los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová» (Génesis 4: 26), y los hijos de los hombres, descendientes de Caín que «se distinguieron en todo lo referente al mero progreso terrenal y material. Pero menospreciaron a Dios, y se opusieron a sus propósitos hacia el hombre» (Patriarcas y profetas, pág. 60).

Mientras las dos clases permanecieron separadas, los hijos de Dios man­tuvieron el culto a Dios en toda su pureza y respetaron los sagrados principios relativos al matrimonio que Adán había escuchado de los propios labios del Creador: «Dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne» (Génesis 2: 24), palabras que subrayan desde los orígenes, la comunión total y perfecta que debe unir a los esposos. Pero, cuando con el paso del tiempo las dos clases se mezclaron, los hijos de Dios tomaron por esposas a las hijas de los hombres porque eran hermosas, y aquellos matrimonios mixtos, que no habían recibido la sanción de Dios, produjeron los peores resultados. Los hijos de Dios siguieron el camino de Caín y resistieron al Espíritu de Dios que contendía con ellos, produciéndose la irremediable situación del mundo antediluviano que Dios tuvo que destruir.

¿Y tú? ¿De qué lado quieres estar? ¿Con qué grupo te vas a identificar? tarde o temprano tendrás que tomar una decisión al respecto. En este caso no se puede ser imparcial.

Te exhorto a mantenerte en el grupo de los que son fieles a Dios, recordan­do su bendita prometa: «¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida!» (Apocalipsis 2: 10),

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