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jueves, 26 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 26, 2015

El llanto de José


«Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Ahora, pues, no os entristezcáis ni os pese haberme vendido acá, porque para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros». (Génesis 45: 4-5)



De todas las historias narradas por la Biblia que ilustran la realidad de la providencia divina interviniendo en nuestras vidas, la historia de José y sus hermanos es una de las más impresionantes y conmovedoras. José, el hilo favorito de Jacob, el joven sensible, emotivo y amante de la compañía do su padre, pero posiblemente también el chico vanidoso, imprudente y engreído En su singular historia, al menos ocho veces dice el texto bíblico explícitamente que lloró, otras se intuyen implícitamente: clamó entre sollozos cuando sus hermanos, sin escuchar sus súplicas, lo echaron en aquella cisterna vacía puní que muriera de hambre y sed. También lloró amargamente cuando caminaba atado de manos en aquella caravana de ismaelitas que le llevaba a Egipto y pasó cerca de las colinas donde se hallaban las tiendas de su padre. Sin duda, lloró cuando fue echado en la cárcel por no ceder a la seducción de la apasionada esposa de Potifar. Se desgarró por dentro y lloró cuando, siendo ya primer ministro en Egipto, le presentaron a Benjamín, su hermano menor. Lloró a gritos cuando se reveló a sus hermanos y atribuyó a la providencia divina su llegada a Egipto. Lloró con gran emoción cuando pudo abrazar a su padre después de tantos años de no verlo. Asimismo, lloró cuando sus hermanos, temiendo represalias, le pedían perdón.

De los llantos de José podemos aprender muchas cosas: que aunque sus sueños premonitorios llegaron a cumplirse literalmente, fueron, en gran medí da —misteriosa pedagogía del cielo— la causa de sus llantos; que «su terrible calamidad le transformó de un niño mimado en un hombre reflexivo, valiente y sereno» (Patriarcas y profetas, pág. 192); que ante las circunstancias adversas, hay un Dios en los cielos que cambia los escenarios; que la providencia divina actúa a través de las acciones humanas buenas y malas; que la resolución lomada por José de ser fiel en todo y en toda circunstancia, le dio fuerza, valor y confían za en Dios; que siempre atribuyó José el desarrollo de su experiencia, adversa o próspera, a Dios, y que una vida sencilla y pura había favorecido el desarrollo vigoroso de sus facultades tanto físicas como intelectuales.

No tengas miedo de llorar. Sí, llora como buen creyente, «no como los que no tienen esperanza» (1 Tesalonicenses 4: 13), porque es parte de la experiencia cristiana. Tal vez ese sea un camino necesario para cumplir tu misión.

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