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martes, 17 de febrero de 2015

Matutina de Jóvenes: Febrero 17, 2015

Un plan elaborado desde la eternidad


Quien nos salvó [Dios]… según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio. 2 Timoteo 1:9, 10.



“Dios tiene su propio infierno, que es su amor por los hombres”. Estas provocativas palabras fueron escritas por uno de los pensadores ateos más mordaces de todos los tiempos, Friedrick Nietzsche (1844-1900). Dueño de un pensamiento agudo, incisivo, Nietzsche supo captar, en esta sentencia, una de las verdades más trascendentes del cristianismo: tanto nos ama Dios, según dice la Biblia, que su amor por nosotros va acompañado, inevitablemente, de un gran sufrimiento para él por nuestra causa. Dios no puede ver nuestra maldad, nuestra miseria, nuestro sufrimiento y nuestra muerte sin sentir un intenso dolor, que lo llevó a tomar, para decirlo en términos humanos, medidas desesperadas con tal de salvarnos.

Esas medidas incluyeron el sufrimiento que implicó para Dios el Padre entregar a su Hijo Jesucristo a una muerte terrible, en la cruz, para poder rescatarnos del mal y brindarnos la posibilidad de tener la vida eterna.

Pero, lo asombroso es que esta entrega no fue una medida de emergencia tomada por Dios cuando surgió el pecado. No fue que Dios, tomado por sorpresa, no tuvo mejor idea que dar un “manotón de ahogado” y elaborar un plan descabellado. Por el contrario, el texto bíblico para hoy nos asegura que el plan de redención fue trazado antes de que el tiempo existiera: “La gracia… nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”. La gracia es el amor de Dios que induce a nuestro Padre celestial a amarnos a pesar de lo que somos o hacemos. Y esa gracia se manifestó en su forma visible por medio de la vida, la obra, las enseñanzas y especialmente el sacrificio terriblemente doloroso de Cristo en la cruz del Calvario, a fin de quitar la muerte y sacar “a luz la vida y la inmortalidad”. Porque te ama, cuando Dios decidió crearte, se comprometió a hacer lo necesario para asegurar tu salvación.

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