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martes, 3 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 3, 2015

El rumano de la Biblia


«Cánticos fueron para mí tus estatutos En la casa en donde fui extranjero» (Salmo 119: 54)



Siendo yo pastor de la iglesia central de Madrid, se empezó a formar un numeroso grupo de inmigrantes rumanos, que se reunían por la tarde, a quienes atendía ayudado por intérpretes que
traducían mis predicaciones. Un día, uno de los ancianos me dijo que un hermano recién llegado, llamado Ilie Ancu, de unos 58 años, había sufrido un grave accidente de trabajo y se encontraba ingresado en un hospital de Madrid. La situación era muy delicada porque Ilie llevaba más de un mes hospitalizado y no tenía permiso de residencia ni de trabajo, además, no hablaba español y carecía de recursos económicos. Tan pronto como lo supe, fui a visitarlo al hospital pero ningún intérprete me pudo acompañar. ¿Cómo iba a comunicarme con él? Por otra parte, ¿cómo se iban a pagar los gastos médicos? Perplejo y preocupado, me dirigí al hospital pidiendo ayuda a la providencia del Todopoderoso.

Cuando llegué, resultó que todo el mundo conocía al “rumano de la Biblia”, así le llamaban en la planta correspondiente del enorme hospital. Me enteré de que tanto el servicio de nefrología como el equipo quirúrgico habían buscado a una doctora rumana que les estaba sirviendo de intérprete; tanto el médico jefe de servicio como las enfermeras y el resto del equipo facultativo me dijeron que Ilie Ancu era una persona encantadora. Siempre sonríete, amable, agradecido, optimista, y en todo momento con su Biblia, la cual estudiaba cada vez que podía. Después de pedir información sobre su estado, supe que su situación seguía siendo muy delicada y que debía quedarse allí, bajo supervisión médica, uno o dos meses más.

Cuando me acerqué a la cabecera de la cama de Ilie, nuestro primer intercambio fue con el lenguaje de los gestos, de la simpatía, de la fraternidad, del agradecimiento a Dios. Luego, yo le mostré un versículo en mi Biblia y él lo buscó en la suya, y así, señalando unas veces palabras, otras veces frases, mantuvimos un diálogo de más de una hora de duración en el que el vehículo de expresión fue la Palabra de Dios. El “rumano de la Biblia” salió del hospital dejando una estela de confianza en la Biblia como Palabra de Dios y de seguridad en la providencia divina. Además, ¡el hospital nunca trató de cobrar aquella abultada factura!

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