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lunes, 2 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 2, 2015

La lista verde


«Hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. […] Las cosas secretas pertenecen a Jehová, nuestro Dios, pero las reveladas son para nosotros y para nuestro hijos para siempre». (Deuteronomio 29: 4, 29)



Durante mi periodo como estudiante del programa ministerial en el venturoso y heroico Seminario Adventista de España, no teníamos aulas, ni biblioteca, ni dormitorios, ni comedor; recibíamos las clases en las casas de los profesores y, mientras, les acompañábamos en su trabajo pastoral. Así, en aquella escuela peripatética, sentados, como Pablo, “a los pies de Gamaliel”, -en nuestro caso del pastor Isidro Aguilar, un gran maestro en el arte de dar estudios bíblicos-, aprendimos a desceñir y explicar la Sagrada Escritura. A veces, nuestras constantes preguntas de chicos ávidos de saber ponían en verdaderos aprietos al profesor Aguilar. Cuando no tenía respuesta, nos decía: «Apunten esto en la lista verde. Cuando estemos con Cristo, en el reino de los cielos, él nos lo explicará». Y aquella perpleja “lista verde” iba creciendo, día tras día, con preguntas sin respuesta.

No todos los misterios de la ciencia de la salvación nos han sido revelados. En el versículo de esta mañana, Moisés reconoce las insuficiencias del pueblo de Israel durante el éxodo para comprender el plan divino, y el apóstol Pablo nos dice: «Ahora vemos por espejo, oscuramente; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui conocido» (1 Corintios 13: 12). También el erudito apóstol tenía su paradójica lista verde de preguntas sin respuesta cuando dijo: «¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!, porque, ¿quién entendió la mente del Señor? ¿ o quién fue su consejero?» (Romanos 11: 33-34).

Pero ante el silencio del cielo, en esta vida, con respecto a verdades que no acabamos de entender, la divina providencia ha previsto y prometido que en la eternidad, en la escuela del cielo, no cesaremos de descubrir y conocer las ínclitas respuestas a las preguntas de nuestra “lista verde”. Dice Elena White sobre la escuela del más allá: «Se ofrecerá al estudiante una historia de alcance infinito y de riqueza inefable. […] Entonces serán esclarecidas todas las perplejidades de la vida. Donde a nosotros nos pareció ver solo confusión y desilusión, propósitos victorioso y una armonía divina» (La educación, pág. 303, 305).

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