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martes, 10 de febrero de 2015

Matutina de Adultos: Febrero 10, 2015

Perdidos en París


«Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbera a mi camino». (Salmo 119: 105)



 Mis padres, aunque ambos eran españoles, se conocieron y casaron en París (Francia), y allí residieron durante quince años. La mayor parte de mi familia había emigrado a Francia donde, debido al bloqueo que los países europeos hicieron a España al terminar la Segunda Guerra Mundial, no pudimos viajar durante unos cuantos años. Pero en 1954 las fronteras se abrieron y mis padres decidieron que mi hermano mayor y yo –de 16 años- hiciésemos un viaje a Francia para visitar a nuestros familiares. Conocer París me llenaba de emoción.

El pastor de nuestra iglesia nos dijo que en París había una comunidad adventista muy importante y nos facilitó la dirección: Boulevard de l’Hôpital 133. Así que decidimos llevar un banderín como un regalo y recuerdo de la Sociedad de Jóvenes adventistas de Zaragoza a la Sociedad de Jóvenes adventistas de París. El primer sábado que pasamos en la capital francesa, decidimos ir a la iglesia y hacer entrega del obsequio, pero nuestros familiares trabajaban y no podían acompañarnos. Tomar un taxi resultaba extremadamente costoso para nosotros, así que nuestros primos nos explicaron con todo detalle cómo llegar usando el tren subterráneo. Y, muy contentos, aunque un tanto inconsciente de la complejidad de nuestra aventura en aquella enorme ciudad, con más entusiasmo que prudencia, salimos rumbo a la Iglesia Adventista de Boulevard de I’Hôpital. Como era de esperar, nos perdimos en la intrincada maraña de la red del metro. No hablábamos ni entendíamos francés, de modo que de pronto nos dios cuenta de que estábamos en una situación preocupante.

Una vez más recurrimos a la providencia divina y, poco después, vimos en la estación a una anciana que llevaba una Biblia en su mano y que se disponía a tomar el próximo tren. ¿Qué hacer? Era sábado y sin duda se trataba de una hermana adventista que se dirigía a la iglesia. Decidimos seguirla, transbordar en las estaciones donde ella lo hiciera y bajarnos en la misma estación. Y así lo hicimos, la Biblia de aquella hermana fue para nosotros, como dice el texto, «lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino». ¡Qué alegría sentimos cuando el director de Jóvenes recibió de nuestras manos el banderín! ¡Con cuánta gratitud saludamos a la señora que, con su Biblia en la mano, nos había llevado hasta la Iglesia Adventista!

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