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jueves, 1 de enero de 2015

Matutina de Menores: Enerol 1, 2015

Un pedacito de inteligencia


Experimenta: ¿Alguna vez te han regañado por andar sin zapatos?

En 1960, durante los juegos olímpicos de Roma, el etíope Abebe Bikila corrió descalzo el maratón porque los zapatos que diseñaron sus patrocinadores no le ajustaron. Para él no fue problema, ya que había crecido y entrenado descalzo. Bikila recibió una medalla de oro por su récord aquel año; cuatro años después volvió a ganar en Tokio, pero esa vez con zapatos.
En los siguientes juegos olímpicos, celebra­dos en México, Bikila, lamentándose, tuvo que abandonar la carrera en el kilómetro 17 debido a una lesión que sufrió al entrenar descalzo. Se había roto un pequeño hueso del pie.

Una orden tan simple como «Ponte los zapatos» o «No corras dentro de la casa» puede evitar que te suceda un accidente, como a muchas personas que conozco. Un jovencito a quien le habían repe­tido muchas veces la misma orden, salió corriendo descalzo del baño para contestar el teléfono; al llegar al final del pasillo, su pie chocó con la esquina de la pared y se fracturó dos dedos, herida que le causó varios problemas a través de los años.

Seguramente has recibido órdenes similares muchas veces pero insistes en desobedecer. Tal vez te han pedido que no llegues tarde a casa, que dejes a ese amigo que no te conviene o que no conduzcas el auto sin permiso. Piensa un poco en la preocupación que produ­ces cuando insistes en hacer lo que te parece. Medita un poco en el dolor que provocarías si al final tuvieras un accidente por desobede­cer.

Aunque te parezcan instrucciones sin sentido, escucha y obedece para que no tengas que lamentarte más tarde. Dios es nuestro Padre y también nos ha dado, por amor, diez órdenes específicas en los Mandamientos. Si insistes en desobedecer, le causarás preocupación y dolor. Al final, lo lamentarás.

«¡Israel, no lastimes tus pies corriendo descalza, no dejes que se te seque la garganta! Pero tú dijiste: “No, imposible; amo a los extraños y me voy con ellos”” (Jeremías 2:25).

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