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jueves, 29 de enero de 2015

Matutina de Adultos: Enero 29, 2015

Cada creyente, un profeta


«Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla en presencia de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre».(Isaías 30:8)



 Antes de la existencia de una revelación escrita, las verdades religiosas se transmitían por medio de la enseñanza oral. La extraordinaria longevidad de los patriarcas antediluvianos y su memoria prodigiosa libraban a este sistema de los inconvenientes que, más tarde, hicieron necesaria la redacción de los escritos canónicos. La historia de Jesús también fue en u principio oral, narrada por el testimonio de los discípulos.

                El gran milagro de la historia de Israel y de la iglesia es el profetismo oral y escrito. Pero ¿por qué escogió Dios el profetismo? Por ser el medio idóneo para todos los hombres de todas las épocas. Por medio del profeta, Dios condesciende con el hombre, utiliza su lenguaje y, respetando la personalidad del instrumento escogido, pone en su mensaje el sello de su autoridad, «Así dice Jehová» término que aparece 550 veces en el Antiguo Testamento y «escrito está» en el Nuevo Testamento o expresiones similares, son el atributo del origen divino de las Escrituras.

                El profetismo había de preparar un pueblo para la primera y la segunda venida del Mesías, además había de recordar a sus hijos que Dios tiene un representante en medo del pueblo, alguien que, en su nombre, guiaba, orientaba, reprendía, dirigía en tiempo de crisis y transmitía su voluntad (Deuteronomio 30: 11-14). Asimismo, por este medio, el hombre podía colaborar en el plan de la salvación, ya que no solo recibía un mensaje, sino que lo vivía y transmitía a otros; por lo tanto, el creyente auténtico es un profeta entre los no creyentes.

                Los anuncios proféticos no sirven para satisfacer la vana curiosidad de los hombres, sino para que, cuando esos acontecimientos se cumplan, crean en la soberanía y providencias divinas. Por medio del profetismo el hombre alcanza el conocimiento de Dios y de sus planes y obtiene esperanza. Desaparece el temor al futuro ignorado y al fatalismo de la muerte como final absoluto. En su lugar, aparecen la confianza y el amor como reflejo del amor divino descubierto.

                Hoy estamos llamados a proclamar la esperanza del advenimiento a un mundo en crisis. Como los profetas de antaño, no hemos de esperar reconocimientos ni aplausos; más bien, oposición, dificultades e impedimentos. Pero, ¡qué privilegio recibir, vivir y transmitir el mensaje de salvación! ¡Nada en la vida se compara con esta bendición!

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