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domingo, 25 de enero de 2015

Matutina de Adultos: Enero 25, 2015

Dios no desampara a sus hijos


«Procurad tener tranquilidad, ocupándoos en vuestros negocios y trabajando con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera y no tengáis necesidad de nada». (1 Tesalonicenses 4: 11-12)



Una de las consecuencias más dramáticas que tienen las crisis económicas es el incremento de la tasa de desempleo. En España se ha llegado a que una de cada cuatro personas en edad laboral no tenga empleo. ¡Una verdadera tragedia humana y económica! El escritor Rainer Maria Rilke visitó una vez en París el escultor Auguste Rodin y le preguntó:

                -¿Cómo hay que vivir?

                -Trabajando –contestó Rodin.

                -Lo comprendo bien –dijo Rilke-, siento que “trabajar es vivir sin morir”, de lo que se puede deducir que “estar sin trabajo es morir sin vivir”.

                Así es, este es el drama de millones de personas en el mundo que sufren el desempleo.

                Pero hay un Dios en los cielos… cuando me he quedado sin trabajo y sin pan en el hogar; cuando no consigo empleo o, porque tengo más de cincuenta años, nadie me quiere contratar; cuando necesito trabajar y no puedo porque las empresas están cerradas y ya no sé dónde buscar; cuando paso inútilmente días enteros en las filas del Sistemas Nacional de Empleo; cuando no puedo subvenir a las necesidades de mi familia y nos falta el pan y lo esencial; cuando la prestación que recibo del estado se me acaba; cuando por estar desocupado, me siento deslucido, como una carga para la sociedad o como un parásito.

                Jamás hemos de olvidar que «Dios dio el trabajo como una bendición para que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su cuerpo y desarrollara sus facultades. […] La vida de trabajo y cuidado […] le fue asignada por amor a él. […] Era parte del gran plan de Dios para rescatar al hombre de la ruina y la degradación del pecado» (Patriarcas y profetas, págs… 31,44). El trabajo agradable y vigorizador formó parte del plan de Dios para la criatura humana antes y después del pecado; Pablo recomienda a los tesalonicenses la laboriosidad y la faena como medio honrado de subsistencia y buen testimonio para los extraños. Entonces, si esto es así, ¿por qué no reclamar que Dios nos dé ese trabajo que él bendijo? David lo sabía cuando escribió: «Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni a su descendencia que mendigue pan» (Salmo 37:25).

                Que el Señor te ayude hoy a confiar en esta promesa y ser fiel a su Palabra.

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