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miércoles, 14 de enero de 2015

Matutina de Adultos: Enero 14, 2015

Con la fuerza de mi poder


«Al cabo de doce meses, paseando por el palacio real De Babilonia, habló el rey y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?”» (Daniel 4: 29-30)



Nabucodonosor tenía razón. Desde aquella terraza de su palacio se podían contemplar zigurats, templos y, al oeste del palacio, junto al río Éufrates, los famosos jardines colgantes de la ciudad, construidos por el rey en honor a una de sus esposas. Esos jardines están considerados cono una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. ¡Qué lástima! Nabucodonosor no había aprendido la lección. Un año antes, había tenido un segundo sueño, que le interpretó Daniel, en el cual Dios le anunciaba que durante siete años sería reducido a vivir como una bestia del campo. El profeta le había advertido: «Tu reino te quedará firme, después que reconozcas que es el cielo el que gobierna. Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad» (Daniel 4:26-27).

Jamás hemos de olvidar que es Dios quien ha hecho posible todo lo que somos o cambiado las circunstancias, nos ha preparado el camino, ha despertado nuestro interés, nos ha abierto puertas de oportunas posibilidades, nos ha dado la visión, la inteligencia y las fuerzas para conseguir las riquezas, la posición, el bienestar que gozamos. Cuando los israelitas iban a entrar en la tierra de promisión después de un éxodo providente, aunque duro y largo; cuando iban a disfrutar de casas, campos, frutos y ganados en aquella tierra que «fluía leche y miel», Moisés les advirtió: «No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”. Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza; así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados» (Deuteronomio 8:17-18, NVI).

Recuerda que hay un Dios en los cielos… cuando todo te va bien, cuando la vida te sonríe; cuando tienes éxito en el trabajo o en los estudios, cuando hay paz y prosperidad en tu familia, cuando gozas de buena salud; cuando te sientes satisfecho y orgulloso de tus logros. Eso te alejará de la soberbia y te dará aún más las bendiciones del cielo.

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