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martes, 30 de diciembre de 2014

Matutina de Menores: Diciembre 30, 2014

Oración

Hoy vamos a realizar un viaje imaginario. Elige a una persona para que lea esta meditación mientras los demás cierran los ojos y se relajan completamente. A medida que imaginen las escenas que se describen. Recuerden utilizar todos sus sentidos, y prepárense para contar a los demás lo que pasó por sus mentes.

Imagínate a ti mismo en tu cuarto favorito en cualquier casa en la que hayas vivido. ¿Cómo luce el cuarto? ¿Qué ropa llevas puesta? Piensa que estás sentado en tu silla favorita y descríbela. Ahora oyes un golpe en la puerta. La abres. Jesús está allí. ¿Qué aspecto tiene? ¿Cómo está vestido? ¿Qué te dice? Lo invitas a pasar y a tomar asiento en tu silla Favorita. ¿Qué le ofreces de comer? Cuando los dos terminan la comida, él te invita a visitar su casa y tú aceptas. Describe el viaje.

Pasas a través de las puertas de la Santa Ciudad y un ángel te lleva hasta el trono de Dios. ¿Qué aspecto tiene el trono? Jesús está sentado allí. ¿Cuál es su vestimenta? ¿Qué otras personas están paradas al pie del trono? Jesús te hace señas para que subas y te sientes a su lado en el trono del universo. ¿Qué se siente al estar sentado junto a Jesús en su silla Favorita? Ahora lean el texto para hoy: «¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré y cenaremos juntos como amigos. Todos los que salgan vencedores se sentarán conmigo en mi trono, tal como yo salí vencedor y me senté con mi Padre en su trono» (Apocalipsis 3: 20, 2I. NTV).

Compartan lo que vieron, escucharon y percibieron durante esta experiencia. Luego piensen en esta pregunta final: ¿Qué sintieron cuando abrieron sus ojos después de este viaje imaginario? Yo me sentí medio triste por tener que regresar a esta tierra. Después de que Dios le mostrara a Elena G. de White una visión del cielo. Al regresar a la tierra ella se sintió rodeada de una aplastante oscuridad.

Aunque nuestro viaje de hoy fue imaginario, un día, muy pronto, tú y yo y todos los hijos de Dios de todas las edades iremos al cielo. La promesa de Dios de llevarnos a su hogar es tan real como el aire que respiramos y el alimento que comemos. ¡Esa promesa es más valiosa que el oro!

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