La tormenta de nieve
«Hermanos, oren también por nosotros» (1Tesalonicenses 5: 25).
Un frío día de invierno me encontraba con mis dos hijas en un área dedescanso para camioneros en Canadá. Estábamos en medio de la peor ventisca en cincuenta años, o al menos eso decían los lugareños La ventisca nos había tomado por sorpresa. Los que habían salido a pasear estaban varados sin dinero ni ropa junto con nosotros. En el lugar solo había espacio para estarparados, y el aire estaba cargado de humo de cigarrillos.
Para evitar el humo y el lenguaje soez, tomé los sacos de dormir de lasniñas y los estiré debajo de los lavamanos del baño de mujeres. Aunque las mujeres que estábamos allí intentamos estirarnos en el piso para dormir, estaba demasiado frío, así que conversábamos. A la mañana del tercer día dejó de nevar y limpiaron inmediatamente las carreteras. Entonces llamé al pastor local de la iglesia. Le conté mi situación, y que era esposa de un profesor de la Academia de Wisconsin, y que necesitaba un lugar donde dormir unas horas antes de continuar mi viaje a casa.
Quince minutos más tarde el pastor nos llevó al hogar de uno de los ancianos de iglesia. Emocionada por la perspectiva de poder dormir entré rápidamente en el baño de mujeres para recoger a las niñas y nuestras pertenencias Cuando les conté lo que el pastor estaba haciendo por mí, aquellas mujeres sacudieron sus cabezas, asombradas.
—jNo lo puedo creer! —exclamó una de ellas—. Ojalá el cura de mi iglesia hiciera eso…
Traté de explicarles cómo funciona nuestra iglesia, pero sabía que no lo podrían entender. Aunque él nunca lo supo, ese día el pastor predicó en aquel baño de mujeres un sermón que será recordado por mucho tiempo. Aunque Jesús es el único en el que podemos depositar toda nuestra confianza, nuestros dirigentes merecen nuestro respeto y nuestras oraciones. Son seres humanos que luchan por llevar a cabo la sobre humana tarea de guiar a los hijos de Dios a la tierra prometida.
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