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lunes, 29 de diciembre de 2014

Matutina de Menores: Diciembre 29, 2014

A un latido de distancia


«Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios» (Mateo 5: 8)



En la actualidad, mucha gente realiza campañas que promocionan la alimentación saludable y un buen estilo de vida. Mucha gente está preocupada por su nivel de colesterol y por la salud de su corazón, y con razón. Un corazón dañado no puede sustentar la vida por mucho tiempo. Después de todo, esta maquinaria relativamente simple que es nuestro cuerpo trabaja muy duro para mantenernos vivos.

Piensa: ¿cuántas veces late tu corazón en un año? Aunque el latido de tu corazón no es constante y varía dependiendo del estrés, la temperatura del cuerpo y la actividad que realizas, podríamos decir que el promedio es de 70 a 80 pulsaciones por minuto. Y como un año tiene 525,948 minutos y 48 segundos, tu corazón late aproximadamente 42, 075,904 veces por año (millón más, millón menos). Eso quiere decir que, en setenta años de vida, el corazón humano late como tres mil millones de veces.

Mantener tu corazón puro, saludable y latiendo alegremente entre tus costillas requiere practicar ejercicio físico todos los días e ingerir alimentos que no taponen tus arterias. Es cierto que la medicina moderna ha desarrollado tratamientos y cirugías cardiovasculares, pero son dolorosos y caros, y el desenlace no siempre es el esperado.

Cuando nos entregamos a Jesús, él sana nuestro corazón. Hace un trasplante y nos da un corazón nuevo, puro, perfecto. Con este corazón vamos a tener una vida espiritual saludable. El cuidado de este corazón espiritual es similar al que debemos dar al físico: alimentamos de la Palabra de Dios en lugar de ingerir comida chatarra ayuda a que las arterias que entran en nuestro corazón estén limpias. Y ejercitar nuestra Fe en Dios y el amor fraternal cada día mantiene las arterias en buen estado.

Si, a pesar de los cuidados, nuestro nuevo corazón se enferma por el pecado. Jesús, el gran Médico, está listo para tratar ese corazón o reemplazarlo otra vez. Y un día él va a tomar a aquellos a quienes purificó el corazón y nos va a llevar a su hogar, donde viviremos juntos con nuestro Padre Dios por la eternidad.

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